La isla de Madagascar ha inspirado numerosas leyendas e historias sobre piratas, de las cuales la más célebre es la de Libertalia. Sin embargo, estas leyendas están más que fundadas, pues aunque la existencia de esta república no está demostrada, sí que hubo comunidades de piratas de ideas colectivistas y características parecidas. En Madagascar podemos encontrar hoy en día varios vestigios del paso de piratas de los de verdad, como el famoso cementerio de la isla de Sainte-Marie así como otros enclaves relacionados con la piratería.
Cuando los primeros hombres blancos llegaron a Madagascar en barco, los malgaches debieron gritar todos al unísono la palabra «vazaha«, que viene a significar extranjero. Sus orígenes se remontan a un época anterior a la llegada del hombre blanco a la isla roja, aunque al parecer siempre se ha referido a aquellos que llegaban desde el otro lado del mar, ya fueran colonizadores o comerciantes, y especialmente a los piratas. Hoy en día la palabra se utiliza y contiene muchas connotaciones, matices y acepciones relacionadas con la cultura y la sociedad malgache. De hecho, es probablemente la primera palabra que todo turista que llega a Madagascar escucha nada más bajarse del avión. Porque «vazaha» es como le llaman en Madagascar al turista, igual que nosotros le llamamos «guiri».
PRIMEROS EUROPEOS EN MADAGASCAR
Madagascar es una isla muy especial, tanto por su naturaleza endémica, consecuencia de su temprana separación del continente, como desde el punto de vista etnográfico. No hay constancia de asentamientos humanos antes el siglo IV, y los primeros pobladores llegaron de Indonesia y no de África, pese a lo que las distancias pudieran hacer suponer. Más tarde llegaron los bantúes, a través del canal de Mozambique.
A partir de entonces, a comienzos de la Edad Media, fueron los comerciantes persas los siguientes en llegar a Madagascar, y les siguieron los árabes, allá por el año 1.000. En lo que se refiere a la colonización europea, Portugal, España, Gran Bretaña y Francia intentaron instalarse en la costa, siendo expulsados por la resistencia nativa, que a finales del siglo XVII se había unido bajo el Reino de Merina (circa 1540-1897), que tomó su nombre de la meseta central de la isla. Este reino consistió en un estado pre-colonial reinado por los descendientes de una larga dinastía real.
Los primeros europeos llegaron a Madagascar el 10 de agosto de 1500, día de San Lorenzo, de la mano del explorador portugués Diogo Dias, que bautizó la isla con el nombre de São Lourenço en referencia a la fecha señalada. Tras recalar en la isla, la expedición puso rumbo de vuelta a Portugal bordeando Mozambique y siguiendo la costa oriental del continente africano. A la altura de Cabo Verde se encontraron por casualidad con cuatro buques de otra expedición. Tras las vicisitudes del viaje, solo siete hombres arribaron a buen puerto.
A pesar de la denominación que le otorgó Dias, los europeos de la Edad Media y los mapas del Renacimiento popularizaron la denominación actual. El nombre Madageiscar fue acuñado por primera vez en las memorias de Marco Polo (siglo XIII) como una transliteración corrompida del nombre Mogadishu, el puerto somalí con el que el explorador veneciano confundió la isla. Ya se sabe que el paso del explorador veneciano por algunos de los lugares descritos en sus memorias ha sido puesto en cuestión.
DIEGO SUAREZ Y LIBERTALIA
El primer rincón de Madagascar de obligada visita si te gustan las historias de piratas es la ciudad de Antsiranana y su bahía, conocida como Diego Suarez. La leyenda cuenta que en ella se estableció la República pirata de Libertalia, aunque como ya hemos dicho se trata de una leyenda, quizá con algunas pinceladas de realidad.
Según un libro atribuido a Daniel Defoe, célebre autor de «Robinson Crusoe«, Libertalia fue una república pirata establecida en el Norte de Madagascar por el capitán Misson y el fraile dominico Caraccioli, quienes se habían hecho con el gobierno de un buque de guerra francés en las Antillas. Tras nombrar capitán a Misson, e influido por la lectura de la «Utopía» de Thomas More, el monje animó a la tripulación a centrar su actividad en la captura de barcos negreros para liberar a los esclavos que transportaban.
Según el único relato conocido sobre Libertalia, sus habitantes se autodenominaron liberi, renunciaron a su nacionalidad y se unieron sin diferencias de raza. Establecieron una lengua común (una mezcla de francés, inglés, holandés, portugués y malgache) y pusieron todos sus botines en un fondo común, aboliendo el dinero dentro de un sistema comunitario organizado.
La existencia de la República de Libertalia no está probada, pero se sitúa al Norte de Madagascar, en la bahía conocida como Diego Suarez o Antsiranana. No obstante, hay constancia probada de otras colonias piratas contemporáneas, con ideas colectivistas similares. Algunas de ellas estaban ubicadas en Madagascar, una isla que por aquel entonces no había sido reclamada aún por ninguna potencia.
Actualmente Diego Suarez es un puerto importante del Océano Índico, donde según me comentaron recalan numerosos atuneros vascos durante sus largas campañas. Haciendo honor a las tradiciones marineras, se dice que son conocidos por frecuentar las tabernas y otros tugurios del puerto y sus alrededores. Ya se sabe que después de una temporada en la mar, el cuerpo del marinero pide juerga.
Lo cierto es que en Antsiranana, que en idioma malgache quiere decir literalmente «el lugar junto al mar», apenas queda algún vestigio de su probable pasado pirata. En las inmediaciones de la bahía existen fortalezas y cañones de otras guerras y ocupaciones, pero nada que confirme la existencia de esa república pirata que Dafoe bautizó con el romántico y ya mítico nombre de Libertalia.
Aunque no se sabe con exactitud dónde se supone que se ubicaba la legendaria república, algunas fuentes sitúan Libertalia entre la isla de Nosy Be y la bahía de Antsiranana. Sin embargo, la mayoría de las fuentes dicen que se extendía desde la bahía de Antongil hasta Mananjary, incluyendo la isla de Sainte Marie y Foulpointe.
La leyenda atribuye la fundación de Libertalia al capitán Misson, de nombre desconocido, pudiendo ser James, Bartolome, u Olivier. No existe constancia de ningún capitán de la época con ese nombre que coincida con el relato. No obstante, se dice que le acompañaban otros 12 piratas, entre los que se encontraban Henry Avery y Thomas Tew, cuya existencia estaría confirmada por unos documentos de la Marina Real Británica.
MADAGASCAR, EL ÚLTIMO REFUGIO PIRATA
Mientras las grandes potencias europeas se afanaban en colonizar la isla sin éxito, quienes si se instalaron en Madagascar y encontraron el refugio en las bahías de esta isla fueron los piratas, me atrevería a decir que de la forma más estable que permite la vida en la clandestinidad. La primera oleada de piratas europeos llegó a la isla roja en la década de 1690, convirtiendo Madagascar en el último refugio pirata tras el declive de la piratería en el Mar Caribe.
El enclave jamaicano de Port Royal quedó destruido y cayó en la decadencia tras el fuerte terremoto ocurrido en 1692. La comunidad pirata quedó muy diezmada y jamás se recuperó de la catástrofe. A su vez, los franceses afianzaban su poder en Isla Tortuga e impusieron sus leyes, por lo que la zona cada vez era menos «amistosa» para los piratas.
Para entonces, las antaño ricas flotas del tesoro español eran menos frecuentes y los riesgos mayores, pues las patrullas navales estaban cada vez mejor preparadas para hacerles frente. Al otro lado del Atlántico, la paz reinaba en Europa y por lo tanto los corsarios dejaron de ser necesarios. Los rumores e historias sobre las embarcaciones moriscas y sus valiosos botines corrieron como la pólvora de sus trabucos entre los piratas de América y las colonias del Oeste, una empresa solo al alcance de aquellos intrépidos capaces de realizar el largo periplo a través de los océanos Atlántico e Índico.
No pasó mucho tiempo hasta que los primeros piratas se aventuraron a realizar semejante viaje, atravesando el Cabo de Buena Esperanza e iniciando lo que llegó a llamarse la Vuelta Pirata. Su principal objetivo eran los barcos moriscos que viajaban entre Mocha e India, a los acechaban desde la isla de Perim (conocida como Bab’s Key), en la boca del Mar Rojo. El único problema de esta isla era la escasez de agua potable.
Cuando los piratas descubrieron que en Madagascar el agua y otros recursos abundaban, el lugar se convirtió en el emplazamiento ideal para recalar y abastecerse. No faltaban la fruta (cítricos en abundancia para evitar el escorbuto) y buenos fondeaderos, aún no había sido reclamada por ningún país europeo y las tribus locales estaban muy ocupadas en pelear entre ellas, sin una autoridad central nativa.
Algunos de los primeros piratas que llegaron a Madagascar fueron Thomas Tew, Herny Avery, Thomas Collins o los hermanos holandeses Van Tuyle. Cuentan que alrededor del año 1700 había cerca de 1.500 piratas viviendo permanentemente en la isla, habiéndose convertido en una fuerza a tener en cuenta en la zona. Una década más tarde la población se redujo considerablemente, hasta que en 1718 se produjo la llamada segunda oleada pirata en Madagascar.
El Reino Unido, a través del gobernador Woodes Rogers, trataba de poner fin a la piratería en el Caribe con el llamado Indulto del Rey. Muchos se acogieron al indulto, pero hubo algunos piratas que se negaron a renunciar a la arriesgada vida en la que se habían aventurado y pusieron rumbo Madagascar, dando comienzo la segunda oleada Pirata.
El capitán Charles Vane y su contramaestre Edward England, miembros de la banda conocida como «Flying Gang«, Christopher Condent o John Taylor fueron algunos de los que optaron por perpetuar su vida en la clandestinidad. En esta época se produjo la captura de uno de los mayores y más famosos botines de la historia del Índico por parte de Taylor y el pirata francés Olivier Levasseur La Buse en Isla Bourbon (actual Reunión).
Tras la segunda oleada, Madagascar dejó de ser un lugar popular para los piratas Europeos. Al fin y al cabo, los que ya estaban instalados no durarían mucho tiempo vivos (la esperanza de vida media de un pirata de la época era de unos 35 años), y la edad de oro de la piratería tocaba a su fin. La piratería considerada «ilegal» dejó de ser necesaria durante el siglo XVIII para las potencias europeas y sus colonias de ultramar, aunque continuaron siendo un ejército corsario fácilmente movilizable y una herramienta esencial del poder marítimo en los años posteriores. Prueba de ello son, entre muchos otros, corsarios más cercanos como los del País Vasco, principalmente los de Donostia y Donibane Lohizune, cuyas prácticas no se diferenciaban mucho de las de los piratas «ilegales», solo que estos contaban con la patente de su respectivo reino.
EL CEMENTERIO PIRATA DE SAINTE MARIE
Tal y como ya se ha comentado, aunque la existencia de Libertalia no está probada, sí que hubo otros asentamientos permanentes de piratas en Madagascar. Uno de esos centros de operaciones, probablemente el más conocido, se ubicó en la isla de Sainte Marie, donde aún permanecen en pie algunos vestigios que atestiguan su pasado.
La isla de Santa María o Sainte Marie fue reclamada primero por Adam Baldridge en 1685, que se convirtió en un próspero comerciante pirata en la década de 1690. Llegó a ser proclamado rey y vivió en una mansión fortificada en lo alto de una colina, hasta que en 1697 decidió abandonar este enclave, tras levantar las suspicacias de los nativos por comercial con esclavos, lo que propició una revuelta tribal. Vendió su reino a Edward Welch, otro afamado pirata del índico apodado «Little King» por su pequeña estatura.
Welch perpetuó una actividad pirata y comerciante idéntica que la que había llevado a cabo su predecesor, hasta que fue herido gravemente en una escaramuza y sustituido por James Plantain, quien ya en 1715 había establecido una base de operaciones en la bahía de Antongil, unas millas al norte de Sainte Marie, que él mismo renombró como Ranter Bay.
Plantain y sus compañeros piratas, capitaneados por Edward England, disolvieron sus tripulaciones y se integraron entre la población indígena, llegando a casarse con algunas mujeres nativas. En 1720 Plantain se proclamó Rey de Ranter Bay, fue ganando el control de Sainte Marie y lideró desde la isla una próspera carrera de piratería y tráfico de esclavos, reinvirtiendo las ganancias obtenidas en favor de la «industria» y forjando un verdadero feudo. Huyó de la isla en 1728 y con él llegó a su fin la época dorada de los piratas en Madagascar.
Desde entonces, la Real Marina Francesa se propuso ganar el control político de Madagascar, ocupando la isla en 1750 e iniciando un largo enfrentamiento con los poderes locales. Se convirtió oficialmente en colonia francesa entre los años 1820 y 1822. Finalmente, Francia invadió la isla en 1883, en lo que se convirtió en la llamada primera Guerra Franco-Hova.
En la actualidad, en la isla de Sainte Marie todo gira en torno a su pasado pirata. Los restaurantes y hoteles piratas y las rutas guiadas para turistas están a la orden del día. Hay otros vestigios interesantes de su pasado, como una fortaleza, túneles y la iglesia más antigua de Madagascar, levantada en 1857. Pero el mayor atractivo turístico de esta isla es el cementerio de piratas de Sainte Marie.
Lo cierto es que las tumbas de este cementerio abundan más cruces que calaveras, y las fechas grabadas en las lápidas datan de una época muy posterior a la edad dorada de los piratas en Madagascar. La tumba más conocida es la de un supuesto pirata llamado Joseph Pierre Lechartier, en cuya lápida figura el grabado de la famosa insignia pirata conocida como Jolly Roger y una inscripción que reza: «Joseph Pierre Lechartier, nacido en Ducey, departamento de La Man el 10 de abril de 1788. Llegó a Sainte Marie en la flota La Normande el 1 de noviembre de 1821. Falleció en Sainte Marie el 14 de marzo de 1834. Por su amigo Hulin. Los transeúntes ruegan por él».
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JOSEPH PIERRE
LECHARTIER, NÉ À
DUCEY, DÉPt DE LA MAN
CHE LE 10 AVRIL
1788
ARRIVE SUR LA FLUTE
LA NORMANDE
LE 1er NOVEMBRE 1821
MORT A Ste MARIE
LE 14 MARS 1834
PAR SON AMI HULIN
PASSANS PRIEZ POUR LUI
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Lo cierto es que aunque los guías locales lo presentan como un famoso pirata, no existe ningún registro de su actividad y la única referencia es la propia lápida. Las fechas de nacimiento y muerte de Lechartier (nacido en Francia en 1788 y muerto en Sainte Marie en 1834) tampoco coinciden con la historia de la piratería en Madagascar, pues para entonces la isla ya estaba bajo control francés y la actividad pirata había decaído considerablemente en el Índico, si no desaparecido. Hay incluso quien ha puesto en cuestión la autenticidad de la lápida, atribuyéndolo a una estratagema para atraer turistas. Pero si así fuera, lo lógico es que las fechas coincidieran con la época de mayor actividad pirata de Sainte Marie, para dar credibilidad a la falsificación.
Si bien apenas hay información sobre Lechartier, la inscripción de su lápida ofrece muchas más pistas de lo que parece, pues en ella se describe la fecha exacta de su llegada a Sainte Marie y también la flota en la que llegó: «La Normande«. Esta flota realizó su primer viaje a Madagascar en 1768, en una misión científica dirigida por el abad Alexis Rochon al servicio del Rey de Francia. Es obvio que esta fecha no coincide con la llegada de Lechartier, por lo que es evidente que no viajó en estas primeras expediciones.
Sin embargo, parece que la flota siguió realizando expediciones a Madagascar hasta bien entrado el siglo XIX, con diferentes propósitos. Existe información muy detallada sobre otro tripulante de la flota «La Normande» muerto en Sainte Marie. Nicolas Floch, de una familia con larga tradición marinera, embarcó en la flota «La Normande» en marzo de 1821 desde Brest y llegó a Madagascar a finales de octubre de ese mismo año, al igual que Lechartier. Ambos encontraron la muerte en la otrora isla pirata, aunque el primero corrió peor suerte que el segundo, pues falleció por una fuerte fiebre al poco de llegar, el 15 de enero de 1822. Lechartier, en cambio, murió en 1834. A la luz de esta información, cabe descartar que la tumba de Madagascar perteneciera a un pirata, sino más bien a un marinero o soldado que participó al servicio del rey en los inicios de la colonización definitiva (1820 -1822).
Se como fuere, puede que el símbolo en la lápida sea simplemente un homenaje al pasado pirata de la zona, pues para mediados del siglo XVIII a buen seguro las andanzas de los piratas de Madagascar y sus leyendas se veían con cierto halo de romanticismo literario. De forma que Lechartier, o quien fuera el encargado de darle sepultura en el cementerio conociendo sus inclinaciones, pudo querer dejar en su lecho de muerte el famoso símbolo pirata de las tibias y la calavera.
EL FALSO TESORO DE WILLIAM KIDD
William Kidd es el protagonista de una de las leyendas más famosas de la piratería de todos los tiempos. Fue un capitán y corsario escocés con patente del imperio británico que recibió el encargo de cazar piratas a bordo del Adveture Galley y frecuentó Madagascar en la década de 1690. Famoso por sus métodos sin escrúpulo, se vio envuelto en acusaciones de piratería tras atacar un barco armenio, un acto que él y su tripulación consideraron legal por llevar estandarte francés. Pero no así las autoridades. Tras ordenar su captura, Kidd renombró el buque como Adventure Prize y se dedicó a la piratería. Regresó a Madagascar en abril de 1698, año en el que se cree que el barco fue abandonado.
El capitán Kidd murió ahorcado en Londres en 1701, tras haber sido engañado con falsas promesas y arrestado en Boston en 1699. Su cadáver fue colgado en el Thamesis como advertencia ejemplar para otros piratas. Aún hoy, al lado del muelle en el que fue ahorcado existe una taberna que lleva su nombre. Paradojas de la vida, el antaño cazador de piratas resultó finalmente cazado. De entre las muchas leyendas que dejó William Kidd a resultas de su paso por este mundo, la más conocida es sin duda la de su tesoro, que algunos creen aún por descubrir.
Se sabe que antes de abandonar el Adventure Prize, Kidd debió esconder parte de su tesoro en la pequeña Isla Gardiners, cerca de East Hampton. Aunque esta porción del botín fue recuperada por el gobernador y enviada a Londres com prueba inculpatoria, todavía se cree que gran parte del mismo se encuentra enterrado en algún lugar del mundo. Y como Kidd no paró quieto en su larga y próspera vida pirata, se especula con que pueda estar en muchos de los sitios por los que pasó. Desde Japón a una isla de Vietnam, pasando por supuesto por Madagascar.
En el año 2001, la cadena estadounidense Discovery Channel anunció unos hallazgos magníficos realizados en la isla de Sainte Marie, donde llevaban a cabo una excavación «arqueológica» como parte de un documental sobre tesoros piratas. Según dijeron, además de los restos del Adventure Galley, la expedición liderada por Barry Clifford había encontrado el pecio de otro famoso buque pirata, el Fiery Dragon (o Flying Dragon) del capitán William Condon, conocido como Christopher Condent alias «Billy el manco». Frecuentó Madagascar y la Isla de Sainte Marie a partir del año 1719.
En mayo del 2015, el equipo de Clifford volvió a asombrar al mundo con una noticia que le dio la vuelta. Al parecer, esta vez habían encontrado un lingote de plata que perteneció presuntamente al tesoro de Willian Kidd. Una foto del lingote atestiguaba el nuevo hallazgo, que parecía no dejar lugar a dudas. Se trataba del descubrimiento más importante hasta el momento, pues hasta entonces solo habían encontrado algunas monedas, restos de porcelana y cristalería.
Pero los sueños de Barry Clifford y su equipo, así como de numerosas personas que siguieron la noticia con interés, fueron devueltos al fondo del mar tras una investigación realizada expresamente por la UNESCO. El informe aclaraba que el lingote era de plomo (por lo que podría haber servido como lastre) y que el supuesto pecio del Adventure Galley no era sino los restos de una estructura portuaria. También concluyeron que lo que había sido identificado como el Fiery Dragon era en realidad lo que quedaba de una embarcación asiática capturada por los piratas y hundida en este lugar.
El documental resultante es un popurrí que mezcla la historia de los piratas con la de los templarios, la Tierra Santa, tesoros, fortalezas medievales europeas y otras muchas cosas más. Un trabajo que ha sido considerado «un insulto a la arqueología» y un «auténtico fraude», resultado de un polémico proceso, que aún se puede ver en la televisión bajo el estrambótico título de «Pirate Treasure of the Knight’s Templar«.
FORT DAUPHIN, LA FORTALEZA FRANCESA
La historia de la presencia de Francia y sus intentos de colonizar la isla están repletos de vicisitudes. La primera tentativa francesa para colonizar Madagascar se produjo entre 1642 y 1674, desde un asentamiento llamado Fort Dauphin, actual Tôlanaro. Algunos colonos se aliaron con los nativos, y el 27 de agosto de 1674 se produjo la matanza de Fort Dauphin, que puso fin a esta primera intentona.
Durante años, lo único francés que permaneció en Fort Dauphin fue la fortaleza conocida como Fort Flacourt, que actualmente alberga un museo en cuya entrada se lee la fecha de construcción: 1642. Finalmente, los esfuerzos dieron sus frutos a finales del siglo XVIII, con el establecimiento de varias bases comerciales haciendo a veces uso de la diplomacia, y otras de la fuerza. La colonización definitiva no se dio hasta el primer cuarto del siglo XIX, y en los periodos de «vacío legal» la zona se convirtió en refugio de piratas.
Tras la retirada de los franceses, en 1697 un barco comandado por el pirata del Índico Abraham Samuel fue arrastrado a la bahía de Fort Dauphin y quedó encallado en. Samuel era un hombre mulato originario supuestamente de Martinica que había escapado de la esclavitud. La tripulación de este barco ocupó entonces el fuerte abandonado por las tropas francesas, y se instaló en Madagascar. Cuál fue su sorpresa cuando una princesa local identificó a Samuel como el hijo que tuvo con un soldado francés, tras lo que fue declarado heredero al trono vacante, convirtiéndose en el Rey Samuel. El nuevo rey, rodeado de al menos otros 45 piratas, dirigió desde allí un importante centro de comercio y operaciones que llegó a rivalizar con el asentamiento cercano de Sainte Marie durante un breve periodo.
MUSEO PIRATA DE ANTANANARIVO
En Antananarivo existe un pequeño y modesto “museo” dedicado a la piratería. Se encuentra en el número 103 de la Rue de Liège, en el distrito de Tsaralalàna, aunque no es fácil de encontrar puesto que la cartelería que se muestra en el edificio, de pequeñas dimensiones, se confunde con el caos que forma el cableado eléctrico de la capital malgache. Un hombre sentado sobre las escaleras que llevan al museo confirma que mi rumbo es bueno. Después de atravesar varias galerías y subir algunas escaleras, finalmente llego a unas oficinas en las que parece que se encuentra la exposición.
Por lo que pude observar, deduje que se encuentra en las instalaciones de una agencia de turismo local, encargada de gestionar el Museo Pirata de Madagascar, Piraten Museum. Aunque ya me lo habían advertido, hay que decir que museísticamente hablando es una exposición muy pobre, que se salva únicamente por cierta información interesante que contienen los paneles explicativos y por la posible gracia que se le puede otorgar a lo decadente.
Fue inaugurado en 2008 de la mano del embajador suizo en Madagascar, pues su principal impulsor fue Franz Stadelmann, un antropólogo suizo afincado en la isla desde 1988 que actualmente dirige una agencia de turismo local. El Museo Pirata está abierto en horario continuo de 8:00 a 17:00 de lunes a viernes. Los fines de semana es necesario contar con cita previa para acceder. El precio de la entrada son 10.000 ariarys (algo menos de 3 €) para los adultos y 4.000 (poco más de 1 €) para los menores de edad.
La verdad es que el Museo Pirata de Antananarivo se me antojó un tanto surrealista. En él las baratijas varias, el atrezzo de juguete y unas pocas reproducciones se mezclan con historias reales de piratas que bien merecerían una muestra más seria, con objetos originales y una mejor organización. En el Museo Pirata de Antananarivo solo falta el barco pirata de Playmobil con el que todos soñamos cuando éramos niños. Eso sí, cuentan con una versión propia muy a lo malgache.
TROMELIN, LA ISLA DE LOS ESCLAVOS
Son muchas las historias de piratería, comercio de esclavos y naufragios ocurridos en Madagascar a lo largo del tiempo. Pero si hay una historia que sobrecoge quizá más que las demás, esa es la de los esclavos olvidados de la Isla Tromelin. La trata de esclavos proliferó en Madagascar tras el primer intento de colonización, ya que resultaba un negocio muy lucrativo no solo para los comerciantes europeos y americanos, también para los jefes de las tribus locales. Los prisioneros capturados en reyertas que mantenían con otros clanes servían como moneda de cambio para conseguir armas de fuego y pólvora, lo que alimentó una captura cada vez mayor de enemigos para ser vendidos como esclavos. Así nació el negocio negrero de Madagascar.
La isla Tromelin se encuentra en un lugar que podríamos llamar «aguas de nadie» a unos 450 kilómetros al Este de Madagascar y a 500 de Reunión. En realidad, aunque es un arenal en el que prácticamente no hay vegetación ni agua potable, ha suscitado el interés de diversos estados. Perteneció a la colonia británica de Mauricio hasta 1954, cuando fue transferida a Francia para formar parte de las llamadas Tierras Antárticas y Australes Francesas. Desde entonces alberga una estación meteorológica que los investigadores visitan esporádicamente.
En 1760, un barco de la Compañía Francesa de las Indias Orientales llamado «L’Utile» zarpó desde el puerto vasco de Baiona. Contaba con una cosmopolita tripulación de unas 150 personas entre las que también había marineros vascos de ambos lados del Bidasoa, además de otras nacionalidades. Tras recalar en el guipuzcoano puerto de Pasaia, puso rumbo a Madagascar, a donde arribaron unos meses más tarde.
L’Utile no contaba con el permiso requerido para comerciar con esclavos, pero nada más llegar a Madagascar llenó sus bodegas con habitantes malgaches y se dirigió hacia la isla de Mauricio. El navío embarrancó en los bajos existentes en las inmediaciones de la isla Tromelin, duante la cerrada noche del 31 de julio de 1761. La mayor parte de la tripulación salvó la vida, así como 60 esclavos. Pero muchos otros (incluídos 20 marineros) perecieron durante el naufragio.
Los supervivientes rescataron parte de los víveres y otros suministros del buque hundido, pero estos fueron reservados a los 120 tripulantes. Los esclavos, condenados por su condición, fueron abandonados a su suerte. Según el cuaderno de bitácora de L’Utile, «cerca de 20 negros murieron al no recibir agua». Durante varios meses, todos ellos sobrevivieron como pudieron, alimentándose de pescado, aves marinas y tortugas. Mientras tanto, la tripulación fue construyendo una balsa con la que poder escapar de esta aislada prisión.
Una vez terminada su construcción, que se prolongó medio año, la tripulación dejó la isla en la improvisada embarcación, y abandonó a los esclavos en la isla de Tromelin bajo la promesa de volver a recogerlos. A su llegada a Mauricio (entonces conocido como Île de France) dieron aviso a las autoridades de la situación, pero el gobernador hizo oídos sordos pese a cierta polémica social. Al fin y al cavo, eran esclavos.
15 años más tarde, un mercante francés que navegaba por la zona divisó a los desdichados náufragos. Corría el año 1776 y para entonces ya nadie se acordaba de los esclavos, y mucho menos imaginaban que podrían estar vivos. Del grupo inicial de 60 esclavos supervivientes solo quedaban 13, y un niño nacido en la isla que pasó a ser la primera persona que han dado a luz en esta remota isla. A los pocos días de haber sido avistados y tras el revuelo que se formó en Mauricio, el capitán Bernard Boudin de Tromelin acudió a su rescate. Los esclavos fueron declarados «hombres libres» y la isla fue renombrada en su honor. Anteriormente se llamó Île des Sables, es decir, Isla de la Arena.
Unas excavaciones arqueológicas realizadas en 2013 en la Isla Tromelin permitieron conocer cómo pudieron sobrevivir durante 15 años en una isla recóndita y unas condiciones muy difíciles. Algunos de los supervivientes iniciales trataron de huir en balsas y presumiblemente encontraron la muerte, pero otros se afanaron en buscar la forma de sobrevivir en la propia isla. Y lo consiguieron.
En Tromelin se han encontrado numerosos restos del naufragio como monedas o un cañón que permanece allí con una placa conmemorativa. Pero el hallazgo más interesante de todos es el que describe cómo se adaptaron estas personas a las hostiles condiciones de esta diminuta isla. Durante 15 años, los esclavos olvidados de Tromelin formaron una pequeña sociedad. Levantaron edificios con bloques de coral, elaboraron objetos de uso cotidiano a partir de materiales recuperados del pecio, enterraron a sus muertos en un cementerio y avivaron una fogata que permaneció encendida todos los y cada uno de los días de su cautiverio.
EL MISTERIO DEL BOTÍN DE «LA BUSE»
Olivier Levasseur, apodado «La Buse» (cernícalo) por la rapidez con la que atacaba a sus enemigos, fue uno de los últimos piratas famosos del Océano Índico. Durante su carrera amasó una fortuna en forma de botines, de los cuales el más famoso fue el capturado junto con el barco portugués Nuestra Señora del Cabo, un navío de 800 toneladas, 72 cañones y un enorme tesoro de oro y joyas.
Junto con el pirata inglés John Taylor, «La Buse» sembró el pánico en aguas del Índico hasta que fue capturado por el buque francés «Medusa» y condenado a la muerte en la horca en la isla de Reunión (entonces Île Bourbon). Según la leyenda, sus últimas palabras fueron: «¡Que encuentre mi tesoro quien sea capaz de entenderlo!», al tiempo que lanzó un criptograma al público, un supuesto código que revelaría la ubicación de su tesoro. De ser cierto que esto ocurrió como se cuenta, tampoco se sabe si era de verdad o simplemente la última broma del pirata francés. Lo que si es cierto es que esto ha despertado el interés de muchos buscadores de tesoros hasta nuestros días.
La supuesta localización del botín podría estar en las islas Seychelles, en la isla Rodriguez, en Reunión o en Madagascar. Especialmente en la isla de Sainte Marie, según la creencia popular. Pero hasta el momento nadie de los que lo han intentado ha encontrado el codiciado tesoro. Muchos han dado por hecho de que se trató de una treta del pirata, y abandonaron su empresa. Otros siguen creyendo que el tesoro se encuentra escondido en alguna parte, valorado en millones de libras esterlinas.
En el Cementerio Marino de la localidad de Saint Paul, en la isla de Reunión, hay una tumba en la que supuestamente se conservan los restos del pirata Olivier Levasseur. No se sabe a ciencia cierta si «La Buse» yace en esta sepultura o no, pero la cruz de piedra luce tallada una calavera pirata y al lado de esta han colocado una señal en la que se lee:
Olivier Levasseur dit La Buse, pirate, ecumeur des mers du sud, executé a St Paul en 1730.
EL LEGADO DE LOS HOLANDESES
Los navegantes holandeses también exploraron los mares del Índico a finales del siglo XVI, y eligieron Mauricio para instalar su base de operaciones comerciales en el Lejano Oriente. Suyo es el dudoso honor de haber contribuido a reducir considerablemente la extensión de los bosques de ébano y también, aunque accidentalmente, el de haber introducido especies invasoras que ayudaron junto con la caza a la extinción del pájaro Dodo. Los holandeses utilizaron a esclavos malgaches para sus tareas en Mauricio, donde permanecieron hasta 1712.
Sin embargo, el paso de los holandeses dejó también un legado histórico importante en Madagascar, que aún hoy puede observarse en dos de sus islas. En la isla de Nosy Mangabe, frente a la bahía de Antongil, hay unos misteriosos mensajes grabados en las rocas de una playa conocida como la Playa de los Holandeses. Fueron encontrados en 2012 por un grupo de investigadores de la Universidad de Flinders dirigido por la doctora Wendy van Duivenvoorde, y concluyeron que se trataba de una especie de primitivo sistema de correo de los navíos holandeses.
En total son unos 40 mensajes tallados en la roca que datan de entre los años 1601 y 1657. En aquella época, los holandeses se habían aventurado hacia Batavia (actual Yakarta), pero no contaban con un sistema de comunicación que les permitiera enviar mensajes con otros barcos o señalar su último puerto de recalada. En uno de los primeros viajes fondearon en la bahía de Antongil, pues sabían por los portugueses que era un buen refugio con abundante agua potable.
A partir de entonces, comenzaron a utilizar esta playa como una especie de central de comunicaciones, con mensajes oficiales como los nombres de los barcos y sus horarios y fechas de llegada, así como los nombres de marineros de alto rango. Una inscripción revela que en 1625 el barco Middelburg buscó abrigo en la bahía en medio de un ciclón que le había arrancado los mástiles, y que estuvo fondeado durante siete meses mientras se reparaba la embarcación. Se sabe que hay mensajes dejados por al menos 13 barcos, y que en el lugar también se depositaban cartas para que fueran recogidas y remitidas por otros buques.
Este no es el único vestigio dejado por los navegantes holandeses en Madagascar. En 1595, Holanda puso en marcha la expedición conocida como Eerste Schipvaart, formada por cuatro barcos: Hollandia, Amsterdam, Mauritius y Duyfken. La misión consistía alcanzar la isla de Java para comerciar con especias, cuyo monopolio estaba en manos de los portugueses. No en vano llevaban ya 100 años surcando aquellas aguas y explotando sus riquezas.
Llegaron a Madagascar a principios de septiembre de ese mismo año, con numerosos casos de escorbuto a bordo y disputas con los comerciantes, con resultado de algún muerto y varios detenidos. Su plan era alcanzar la bahía de Antongil y atajar así la enfermedad que aquejaba a la tripulación, pero una tormenta les obligó a recalar en la isla de Nosy Manitse. Allí permanecieron durante varias semanas y enterraron a sus muertos, en lo que hoy se conoce como Hollands Kerkhof o el Cementerio de los Holandeses.
Cuando zarparon del puerto de Texel, los cuatro navíos contaban con 249 tripulantes, comandados por Cornelis de Houtman y su hermano Frederick, Paul van Caerden y Pieter Keyser. La primera excavación realizada en Nosy Manitsa reveló los cuerpos de cerca de 30 personas, de las 70 que se cree que fueron enterradas en la isla, en lo que probablemente es el más antiguo cementerio de marineros holandeses hallado fuera de Holanda.
PIRATAS FAMOSOS DE MADAGASCAR
Entre los piratas que izaron la Jolly Roger en aguas del Índico y en las costas de Madagascar hay muchos famosos bucaneros del Caribe, pues como ya hemos contado la isla fue el último refugio de quienes optaron por emprender la Vuelta Pirata. Uno de los protagonistas de la historia de la piratería en Madagascar está representado en la exitosa y muy recomendable serie de televisión Black Sails. Se trata del gobernador Woodes Rogers, quien antes de fijar su mirada en el Caribe había viajado a Madagascar.
El capitán y corsario puso rumbo a la isla roja con permiso de la British East India Company con el objetivo principal de comerciar con esclavos malgaches. Pero también quería tomar la temperatura ala actividad pirata de la zona, con objeto de destruirla o reformarla e instaurar una futura colonia en Madagascar. Pero esta empresa fue sustituida por sus esfuerzos para terminar con la piratería en el Caribe, donde famosos piratas como Charles Vane o John Rackham se convirtieron en sus principales enemigos.
En lo que a historia de la piratería se refiere, es difícil discernir entre leyenda y realidad. La presencia de algunos piratas en Madagascar está más que probada, mientras que en otros casos apenas hay datos sobre ellos. De una forma u otra, son muchos los piratas que a lo largo de la historia tuvieron contacto con Madagascar. Y todos ellos fueron protagonistas de trepidantes y en ocasiones espeluznantes historias.
Entre los más famosos se encuentran Adam Baldridge, Robert Culliford, Thomas Collins, Thomas Howard, Thomas White, John Bowen, los hermanos Van Tuyl, Edward Welch, Christopher Condent, Edward England, Henry Avery o Every, James Plantain, Olivier Levasseur, John Taylor, Abraham Samuel y el propio William Kidd. Hasta las famosas piratas Anne Bonny y Mary Read debieron pasar por allí.
Al parecer, la tradición pirata en el Océano Índico permanece hasta nuestros días. Aún hoy, se dan casos de piratería real en estas aguas, como los secuestros de varios pesqueros, el abordaje de algún yate en la ruta Madagascar Seychelles, incluso arrestos y sentencias como las de antaño. No obstante, hay que subrayar que se trata de casos aislados que se dan en lugares muy alejados de tierra y de cualquier jurisprudencia, por lo que no hay nada que temer cuando se viaja a Madagascar.
NAUFRAGIOS Y EXPOLIO EN MADAGASCAR
Las diferentes leyendas sobre tesoros escondidos o sumergidos en el Índico, como el de «La Buse» o el de William Kidd, han despertado durante décadas la fiebre de muchos cazadores de tesoros que se han afanado en bucear las aguas y escarbar las tierras de Madagascar. Esta práctica se ha llevado a cabo en demasiadas ocasiones de forma ilegal y lo que es peor, con prácticas poco ortodoxas desde el punto de vista arqueológico. Hasta la UNESCO ha advertido sobre el daño que causa el pillaje al patrimonio subacuático en Madagascar.
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Informe de la UNESCO sobre la situación del patrimonio Marítimo de Madagascar,la Isla de Sainte Marie y el expolio del São Idefonso. —> Leer aquí (PDF) [/icon-box]
Los tesoros de entonces, el oro y la plata, siguen siendo tesoros. Pero además, todos los objetos contemporáneos que rodearon la captura de aquellos botines son hoy en día un tesoro histórico. Estas búsquedas no han estado fundadas únicamente en leyendas sobre fortunas enterradas por los piratas del siglo XVII. Solo en la Isla de Santa María la UNESCO ha documentado 13 naufragios entre 1656 y 1781, por lo que Madagascar ha sido sometida durante años a exploraciones sin control y al expolio de su patrimonio arqueológico subacuático.
Uno de los casos más conocidos de pillaje de un naufragio es el del barco Sao Idelfonso, que vavegaba bajo pabellón portugués cuando se hundió en 1527 al Sur de Madagascar. Investigaciones posteriores confirmaron la existencia de los restos del naufragio y se observaron numerosos artefactos como cañones y lingotes de cobre. Casi no queda nada de los restos in situ y se especula que muchos objetos circulan aún por la isla sin que se hayan podido recuperar. La UNESCO recomendó en 2015 medidas urgentes para asegurar su preservación, conservación y exhibición.
Lista de naufragios en Sainte Marie:
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- L’Armand (Francés, 1656)
- Saint‐Georges (Francia, 1656)
- Amity (Bermudas, 1697)
- Adventure Galley (Gran Bretaña, 1698)
- Rouparelle (Francia, 1698)
- Gran Muhammad (Árabe, 1699)
- Mocha (Gran Bretaña, 1699)
- Delfón (Árabe, 1699)
- Flying Dragon (Holanda, 1721)
- Glorieux (Francia, 1755)
- Cerf (Francia, 1757)
- Phélypeaux (Francia, 1757),
- Serapis (Gran Bretaña, 1781)
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TOPÓNIMOS Y OTROS ENCLAVES PIRATAS
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En Madagascar se pueden encontrar tres tipos de enclaves piratas. Primero están aquellos que guardan relación con la historia y tienen vestigios o presencia documentada de piratería o naufragios. Por otro lado están aquellas que forman parte de las leyendas, como es el caso de Libertalia y su relación con Diego Suárez. Y por último, están los topónimos malgaches que presumiblemente hacen referencia a la palabra «vazaha«, una de cuyas antiguas acepciones fue la de «pirata«.
Según un estudio, el origen de la palabra «vazaha» se remonta a una época anterior a la llegada de europeos a la isla. Aunque no está muy clara la raíz etimológica, al parecer siempre ha estado relacionado con la llegada de extranjeros o desconocidos desde el mar, que en aquel entonces era la única forma de llegar a Madagascar desde el exterior. Entre los topónimos relacionados con la palabra «vazaha» se encuentran las siguientes:
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Harambasaha o Harambazaha: También conocido como Pointe de Vohémar, en el extremo NE de la isla. Este topónimo sería la corrupción árabe del nombre malgache .
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Antsirambazaha: Se trata al parecer de un topónimo de creación más reciente. Se encuentra en Andoany, capital de la isla de Nosy Be, donde aún se conservan algunos antiguos cañones.
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Rangazavaka: Existe un lago en Anilavinany, conocido como Farihy Rangazavaka. El vocablo zavaka podría hacer referencia a la etnia de los zavaga o zabaka, unos comerciantes indonesios que se dedicaron a la artesanía, el hierro, el comercio e incluso la piratería y que frecuentaron las Islas Comores y Madagascar.
- Alatsinainy-Ambazaha: Localidad cercana a la capital malgache, Antananarivo, en la que se cree que pudieron instalarse los herreros indonesios de la etnia zavaga.
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En lo que se refiera a enclaves históricamente relacionados con la actividad pirata europea en el Océano Índico, hay que decir que pese a ser menos conocido que el Mar Caribe, también está repleto de lugares y leyendas relacionadas con la piratería. No solo en Madgascar, sino en los diferentes archipiélagos e islas menores que la rodean. Además de los ya mencionados anteriormente, como Diego Suarez, Fort Dauhpin o la Isla de Saint Marie, cabe destacar los siguientes puntos geográficos:
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- Islas Mascareñas: En las islas Reunión (Ille Bourbon), Mauricio (Ille de France) y Rodrigues se vivió una intensa actividad pirata.
- Islas Comoros: Especialmente la isla Anjouan, antes conocida como Isla Johanna.
- Bahía de Antongil: Conocida como Ranter Bay en el siglo XVII y abrigo para muchos barcos pirata.
- Bahía de Mahajanga: Conocida en francés como Majunga, y anteriormente como Mathelage, esta bahía debió servir como refugio de piratas galeses.
- Charnock’s Point: A unas tres leguas de Sainte Marie, sirvió como fondeadero y puerto de los piratas del Índico.
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TURISTAS, LOS NUEVOS VAZAHA
«Vazaha» es el término con el los malgaches se refieren al turista occidental, cabe decir que de manera profusa. Cuando el turista llega a un lugar en el que hay niños, todos ellos le señalan al unísono grito de «vazaha» (pronunciado algo así como «wasáa») que viene a ser al idioma malgache lo que la palabra “guiri” al castellano. Al menos en una de sus acepciones, pues como veremos la palabra contiene muchos matices. Y lo hacen, además, con una sonrisa y alegría palpables, conscientes de que en ocasiones obtienen regalos de ellos o al menos atención y puede que algún juego. Se puede decir, por tanto, que los turistas se han convertido en los nuevos «vazaha» de Madagascar.
Parece ser que algunos extranjeros se sienten ofendidos cuando son apelados al grito de «vazaha«, y se lo toman como una ofensa con tintes racistas. Sin embargo, en mi viaje a Madagascar debieron llamarme «vazaha» no menos mil veces, y en ningún momento percibí un tono despectivo. Un estudio titulado «Vazaha- Extranjero: Del origen extra -territorial a la exclusión simbólica» revela en realidad que la palabra contiene numerosas connotaciones.
En Madagascar se puede ser «vazaha» (foráneo) o «gasy» (local), pero también «vazahagasy«, una suerte de mestizo cultural. «Vazaha» es seguramente como llamaron a los diferentes exploradores extranjeros que fueron pasando por la isla, independientemente de su color. Entre ellos abundaban los piratas. Actualmente se trata de un término que va más allá de lo meramente racial, aunque pueda tener alguna connotación en este sentido. Aunque a veces se interpreta erróneamente, tampoco quiere decir literalmente hombre blanco. Una persona negra de la isla es considerada por lo general «gasy«, pero un afroamericano es un «vazaha«. Si preguntas a algún malgache de qué color es la piel de un «vazaha«, seguramente te diga que roja.
Quien se sienta ofendido debe tener en cuenta que la palabra «vazaha» también se utiliza para designar a alguien que disfruta de un estatus social superior. De hecho alguien puede dejar de ser «vazaha«, sin necesidad de recurrir a la técnica de Michael Jackson a la inversa. Siempre que adquiera suficiente conocimiento de la lengua y la cultura, se integre en el modo de vida de Madagascar y sobre todo si abraza la «fomba» (las tradiciones) y se aleja del «fady» (los tabúes), un «vazaha» puede dejar de ser «vazaha«. Por esta razón existe la expresión «tsy vazaha«, que designa a aquellos que «ya no son vazaha«.
También un «gasy» puede convertirse en «vazaha«, sobre todo si ha emigrado a los territorios de ultramar y ha adquirido una posición social mayor. En Madagascar la diáspora se conoce como Andafy, la mítica y soñada tierra de la abundancia que en la práctica representa Francia. Las cartas con personajes de mayor valor de las barajas (reyes y reinas) se denominan coloquialmente «vazaha«, y cuando un paisano tiene un estatus superior al del resto también puede ser llamado «vazaha«, que en este caso significa algo así como «jefe». Puede ser alguien que sea propietario de un taxi, o un médico que llega de una aldea lejana. Porque eso en Madagascar es un abismo en cuanto a estatus social.
En ocasiones el término puede ser utilizado a modo de broma cuando a alquien se le observa cierto sobrepeso, con la frase «anao fa mikômansy vazaha«, o sea, «empiezas a convertirte en un vazaha«. Y aquel que ha adquirido un estatus social mayor y abandonado las tradiciones en favor de la «vida moderna» puede ser señalado como «vazaha» como forma verbal de exclusión simbólica.
Por tanto, cuando un europeo escucha que le llaman «vazaha«, debe entender que lo consideran de origen extraterritorial (llegado de la soñada Andafy, desde más allá del mar), sin conocimiento de las costumbres locales y con un estatus social que lo sitúa completamente fuera del universo social de referencia de los malgaches… Y me pregunto, ¿acaso hay algo de esto que no sea cierto?
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- Turkish Airlines vuela a Antananativo vía Estambul, con escala en Mauricio.
- La compañía turca opera 70 vuelos a Estambul desde Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Bilbao.
- Desde Estambul salen 3 vuelos semanales a Madagascar (5 a partir de noviembre de 2016).
- Consulta todos los vuelos a Madagascar en la web de la compañía.
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[toggle title=»Viajar a Madagascar»]
Viatges Tuareg ofrece varias opciones para viajar a Madagascar.
- Expedición Madagascar (24 días).
- Descubre Madagascar (17 días)
- Recorriendo el sur de Madagascar (15 días)
- Eclipse anular y parques nacionales (21 días).
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Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda y experiencia de Indigo Be y Viatges Tuareg, así como la logística de Turkish Airlines.
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