Tengo un amigo que es padre desde hace un año y suele andar reclutando sherpas que le ayuden a repartir la carga más satisfactoria que hasta el momento le ha dado la vida, la mochila más preciada de todas. Ander y yo hemos compartido numerosas aventuras juntos en la montaña, y alguna que otra peliaguda situación. Hace unas semanas me ofrecí finalmente a portear a sus preciosas mellizas, que pesan casi tantos kilos como meses tienen, es decir, 10 kilos cada una de ellas, aproximadamente.
Hacía mucho tiempo que tenía ganas de acompañarle en una de sus salidas de senderismo con niños. Una caminata asequible, que nos permitiera disfrutar de una buena conversación mientras paseábamos a las niñas y las habituábamos al medio, con la esperanza (sobre todo la de su padre) de que desde la privilegiada situación de la mochila portabebés se contagien de la magia de la montaña y algún día nos acompañen a pie.
Para mi primera expedición como sherpa elegimos, pues, un paseo por una de las zonas que, sorprendentemente, he descubierto hace no mucho en las mismísimas afueras de mi ciudad, en la muga entre Errenteria, Astigarraga y Donostia, en lo que otrora fuera la Villa de Altza, anexionada a la capital en 1940 muy a pesar de algunos de sus actuales vecinos. Es una zona que ofrece múltiples posibilidades de senderismo con niños en Donostia.
Salimos desde los aparcamientos traseros del centro comercial de Garbera y nos dirigimos hacia el restaurante Lau Haizeta, un lugar al que, dicho sea de paso, tenemos que volver un día para comer. Desde allí enfilamos por la calle Putzueta, y tras dejar atrás el caserío Pelegriñene, nos adentramos en lo que considero el corazón del Parque Lau Haizeta, un pequeño oasis entre ciudad y ciudad.
Tras pasar por la zona de Bordazar y Txoritokieta Txiki, donde se produce un queso artesanal que también habrá que probar algún día, tomamos un sendero hacia la derecha, que conduce a una zona de recreo que esconde un magnífico y enigmático tesoro: El dolmen de Haitzetako Txabala. Es aquí donde el caminante puede decidir si dirigirse directamente al más famoso Fuerte de San Marcos, u optar por desviarse en una pequeña ruta circular que le llevará al mucho menos conocido, y también más pequeño pero no menos interesante Fuerte de Txoritokieta.
Recomiendo la segunda opción, que bordea la colina, pasa por una preciosa zona de manzanos y deja a su derecha un monolito prehistórico, el menhir de Txoritokieta documentado por al gran Joxe Miguel Barandiaran. Hoy en día también hace las veces de mojón en la muga de Astigarraga y Errenteria. Un poco más adelante y afrontando el último repecho se llega el enclave defensivo de Txoritokieta, que ofrece unas vistas espectaculares de los alrededores.
Tras hacer cima, y tras cerca de 2 horas de caminata tranquila, se puede descender por la carretera de asfalto, dejar de lado el sendero que nos ha llevado hasta el dolmen de Haitzetako Txabala y seguir hasta el Fuerte de San Marcos donde, además, nos esperaba una isotónica cerveza con limón. Desde aquí, siguiendo prácticamente el mismo derrotero, se llega de nuevo a Garbera, fin de la excursión. Son unos 10 kilómetros nada más.
En mi lista de blogs imprescindibles hay muchos con los que me empapo de consejos para viajar con niños, quién sabe si para llegar preparado a ese momento crucial de la vida, el de ser padre y enfrentarse al reto de viajar con niños. Tengo que confesar que me encanta la idea de vivir aventuras con mi prole, embarcados en una flamante y de momento imaginaria autocaravana.
En esta ocasión, puesto que yo era quien conocía la ruta y Ander quien obviamente vela por el buen cuidado de sus hijas, tuve que ofrecer ciertas garantías para poder salir de excursión con las niñas, programando más o menos la zona y hora para dar de comer a las mellizas, a poder ser en un lugar donde hubiera mesas y sillas.
Me acordé inevitablemente de Pau García Solbes El Pachinko, Daniel Ruiz Viajares, y Miguel Loitxate Lonifasiko, y también del colectivo Travel With Kids Blogs o los autores del libro «Viajar con niños»… Y me di cuenta de que, aunque fuera indirectamente, el hecho de haberme ofrecido a hacer de sherpa en esta expedición familiar tenía ciertas implicaciones, parámetros que pocas veces estoy obligado a considerar porque la verdad, y exceptuando mis propias salidas cuando era un crío, no he practicado senderismo con niños a menudo.
No es la primera vez que hago una excursión de senderismo con niños, aunque lo cierto es que he viajado más en calidad de niño que de tío, ya que padre aún no he sido. Todo gracias a mis padres, quienes me han llevado a numerosos viajes y con quienes he vivido memorables aventuras desde muy pequeño. Pero cada vez ocurre más aquello de tener que tener en cuenta las necesidades específicas de padres, hijos, hijas y familias, por la sencilla razón de que todos ellos proliferan a mi alrededor.
Reservar en el restaurante una mesa que tenga espacio para los carritos de los niños, aprender a asegurar a los sobrinos en el Maxi Cosi del coche, no olvidarme el cubo y la pala cuando los he llevado a alguna playa de Las Landas. Esas cosas que para padres y madres son tan familiares y cotidianas…
Los hijos de mi hermana mayor ya han viajado por media península y parte de Francia con la furgoneta, primero, y la caravana, después. La saga continúa. Poco a poco van para arriba y en las fotos que envían por Whatsapp cuando están de viaje se percibe el gusanillo nómada en el brillo de sus ojos. A fin de cuentas de eso se trata. Hacer de sherpa con los niños para contagiarles el espíritu viajero.