Hace unos meses explicaba en este blog el fenómeno de las mareas vivas y los diferentes tipos que existen, y anunciaba que las mareas equinocciales de perigeo (también llamadas sicigias de perigeo o «mareas del siglo«) se producirían el 21 de marzo de 2015. Se trata de las mareas vivas con mayor coeficiente de las últimas dos décadas. Durante las mareas vivas de septiembre pude hacer algunas fotos de la pleamar en Donostia, pero me quedé con las ganas de sacar imágenes de la bajamar. Hoy, coincidiendo con la llamada «marea del siglo», me he podido sacar esa espina.
El día ha amanecido, como estaba previsto, brumoso y con sirimiri, pero no ha sido un impedimento para que numerosos curiosos, incluido el que suscribe, se acercaran a la bahía de La Concha para presenciar el fenómeno. La marea viva había sido anunciada en los medios durante los días previos, pues había estado precedida por un eclipse solar comunicado hasta la saciedad pero que apenas se pudo ver por estos lares. La niebla impidió observar cómo la Luna se comía al Sol, en una especie de acto de rebeldía contra el astro rey, pero no ha impedido ver la consecuencia más palpable del eclipse en la Tierra: Las mareas vivas del siglo.
Aprovechando la marea baja, chicos y chicas han disputado los clásicos partidos de fútbol playa en La Concha en los que se forja, según dicen, la cantera de la Real Sociedad. Mientras tanto, otras personas paseaban por la orilla o jugaban con sus perros, pues la bajamar había dejado espacio suficiente para todos. La Concha y Ondarreta, a pesar de que el tiempo no acompañara, se mostraban más extensas que nunca. Diría, incluso, que la superficie de agua que separa el paseo de la isla era menor que la de arena. Pero es un decir…
A pesar de lo bajo de la marea, los paseantes que se afanaban en alcanzar la isla a pie tal y como cuenta la leyenda no lo conseguían, a menos que quisieran mojarse para alcanzar su objetivo. Prueba de ello es que las piraguas podían pasar sin encallar de un extremo al otro de la barrera que emerge con la marea baja. Muy a pesar de mi amigo Gonzalo Iza, con quien me he encontrado cerca del Peine del Viento, nadie ha podido alcanzar la isla a pie.