La semana pasada se presentó oficialmente en el stand de Euskadi de Fitur el primer año jubilar del Camino Ignaciano, una ruta que rememora la peregrinación de San Ignacio de Loyola desde Azpeitia hasta Manresa. Se trata de una de las principales apuestas del Gobierno Vasco y Basquetour, en colaboración con la Compañía de Jesús, para impulsar el turismo religioso y cultural. Este proyecto implica, asimismo, a las comunidades autónomas por las que transcurre el recorrido, que son además de Euskadi las de Navarra, La Rioja, Aragón y Catalunya.
Escuché hablar del Camino Ignaciano por primera vez en un viaje de prensa organizada por la red social de viajeros Minube y Visit Gipuzkoa. A nuestro paso por la comarca del Urola, el responsable de turismo Jesus Mujika nos ofreció información sobre el camino mientras visitábamos la basílica, el santuario y la casa natal San Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas. Lo cierto es que era la primera vez que escuchaba hablar sobre este camino y el proyecto turístico que se estaba gestando. Por aquel entonces, el lehendakari Iñigo Urkullu aún no había invitado al papa Francisco a visitar el Santuario de Loiola con motivo del primer año jubilar…
El Camino Ignaciano tiene su origen en la peregrinación que Iñigo López de Loyola inició en 1522 hacia Jerusalén. Este caballero vasco, capitán de las tropas castellanas, resultó gravemente herido un año antes durante la batalla de Pamplona, que las tropas navarras trataban de recuperar con ayuda de las francesas nueve años después de que Fernando el Católico hubiera arrebatado la ciudad a la casa de Albret en la conquista de Navarra. Durante su convalecencia, Iñigo (nombre original que mudó más tarde al de Ignacio) solicitó que le facilitaran libros de caballerías, pero al no disponer de ellos tuvo que darse a la lectura de textos religiosos. Esto, y probablemente sus experiencias cercanas a la muerte, lo llevó a profundizar en la fe católica y a la imitación de los santos, renunciando así as su pasado pendenciero y mujeriego y convirtiéndose a religioso.
Recuperado en parte de sus heridas, aunque con graves secuelas que lo dejaron cojo, decidió peregrinar a Tierra Santa. Para ello tendría que viajar primero a Barcelona y de aquí a Roma, donde debía solicitar el permiso del Papa. En su peregrinaje pasó por la Ermita La Antigua de Zumarraga y por el Santuario de Arantzazu (en Oñati), donde probablemente hizo voto de castidad. De Gipuzkoa pasó a Alava, de aquí a La Rioja y tras pasar por Navarra y Aragón llegó a Catalunya. Estuvo unos días en el Monasterio de Montserrat, donde colgó su vestimenta militar, y finalmente llegó a Manresa, lugar en el que permaneció por un periodo de 10 meses y donde, al parecer, escribió sus famosos Ejercicios Espirituales. Su viaje aún se prolongó durante un tiempo, pues finalmente acudió a Roma, y en Venecia embarcó a Tierra Santa, adonde llegó en septiembre de 1523.
El actual Camino Ignaciano rememora los pasos del célebre religioso a lo largo de casi 700 kilómetros divididos en 27 etapas. A partir del 31 de julio de 2015, día de San Ignacio, se celebrará el primer año jubilar. La agencia vasca de promoción turística se ha encargado de diseñar el recorrido turístico, en colaboración con entidades locales como las diputaciones de Gipuzkoa y Álava y el Ayuntamiento de Azpeitia, así como con los responsables de turismo de las comunidades implicadas y la Compañía de Jesús. El segundo año jubilar se celebrará en 2021-2022, coincidiendo con el quinto centenario de la peregrinación de San Ignacio a Manresa. El camino comienza en Santuario de Loiola, en el que conviven la basícila y la casa natal de San Ignacio, donde aún se conserva la capilla de la conversión.
Resulta inevitable la comparación entre el Camino Ignaciano y el Camino de Santiago, pues además de las connotaciones religiosas, ambos comparten parte del recorrido. El Camino Real que San Ignacio siguió tras su estancia en Navarrete coincide con el de peregrinación a Santiago de Compostela, aunque sea en dirección contraria. El turismo religioso es tendencia en el sector. No hay más que ver cómo están proliferando los productos relacionados con las religiones, o al menos con el legado que éstas han dejado. En Noruega se está potenciando el Camino de Nídaros como producto turístico, al igual que están haciendo en Paraguay con la Ruta Jesuítica. Hace poco tuve una interesante conversación con los responsable de Turismo de Granada sobre el potencial turismo halal (turismo religioso musulmán), y también he tenido ocasión de conocer de cerca las experiencias de Montserrat y Guadalupe, entre otras. Cracovia será la Capital de la Juventud, se entiende que cristiana, y los responsables de turismo de Polonia también están redoblando esfuerzos para promocionar esta bella ciudad como destino turístico cristiano.
El alto componente cultural de estos caminos hace que sean atractivos no solo para creyentes sino también para muchos turistas laicos. En el caso del Camino de Santiago, la oficina del peregrino acredita que se ha realizado el camino emitiendo, dependiendo de las creencias del viajero, bien la llamada Compostela o bien el Certificado Laico. Debo admitir que no siento predilección por el turismo de corte religioso. Sin embargo, pese a que estos caminos tienen su origen en una peregrinación ligada a las creencias, es posible que con el paso de los años se conviertan en costumbres que trascienden lo religioso.