Volar es un sueño que el ser humano ha tenido de forma recurrente desde tiempos inmemoriales. Ya en la mitología griega, Ícaro soñaba con volar para escapar de la isla de Creta, donde había sido confinado junto con su padre Dédalo por orden del Rey Minos. Soñar que estás volando como un pájaro, dicen, es símbolo de libertad y representa buenos presagios. Finalmente yo he podido cumplir mi sueño de volar en Asturias, no con unas alas adheridas con cera a mis hombros, sino con un parapente en Gijón.
Es bien sabido que a Ícaro le pudo la emoción y que, en su afán de alcanzar cada vez más altitud, se acercó demasiado al Sol desoyendo las recomendaciones de su padre. Tanto, que la cera que sujetaba sus alas se derritió y terminó precipitándose al mar. Yo fui un poco más prudente que Ícaro, quizá porque tenía a mi Dédalo particular manejando el parapente biplaza y velando por mi seguridad. Se trataba de uno de los guías aéreos de la empresa Volar en Asturias, quienes se aseguraron de que la experiencia de volar en parapente en Gijón fuera totalmente satisfactoria.
Fue el monje inglés Roger Bacon quien en el siglo XIII llegó a la conclusión de que el aire podría soportar el peso de un objeto, al igual que el agua lo hacía con los barcos. Leonardo da Vinci trató de demostrar esta teoría con diseños que inspiraron los actuales paracaídas, helicópteros, avionetas y otros aparatos voladores. A pesar de que algunas de las teorías de este maestro renacentista italiano han dado pie a los actuales diseños, yo no las tenía todas conmigo cuando me calzaron el casco y el arnés que me sujetaría a la vela del parapente durante los próximos minutos.
Esta era la segunda vez que se me presentaba la oportunidad de volar en parapente en los últimos meses. A finales del pasado verano, el vuelo previsto en los acantilados de Sopela, en Bizkaia, se tuvo que suspender por el viento sur que azotaba la costa. Ya se sabe que el viento sur es traicionero, cambiante y racheado, y lo cierto es que no hay que ser un experto para intuir que no eran las mejores condiciones para echarse a volar. Así que tenía muchas ganas de probar lo de volar en parapente biplaza y lo cierto es que la experiencia de Gijón no defraudó.
La primera en volar fue Rebeca, aka Debocados. Ni corta ni perezosa, se lanzó a sobrevolar los acantilados de Gijón sin pensárselo dos veces. El viernes lo habían hecho otros amigos blogueros como Ainara, de El mundo a través de un visor, y Jose David, de Viajar, comer y amar. Esta vez íbamos acompañados de Eva, de Una idea un viaje, y Cristian y Jesús, de All Barcino. Los dos primeros nos contaron que la experiencia de volar en parapente en Asturias, a pesar de haberse llevado a cabo con niebla y en una zona del interior, fue espectacular. También nos habían advertido de que uno de los instructores era, con diferencia, el que más piruetas hacía en el aire y, por tanto, el más divertido. Así que todos quisieron bailar con el más temerario.
Cuando llegamos al parque de La Providencia, que es desde donde se despega, había gente de otras empresas aterrizando y echando a volar a sus clientes. Hubo algún momento en el que una de las velas arrastró unos pocos metros a los dos tripulantes del parapente, haciendo ver que la tierra firme no lo es tanto cuando estás atado a un aparato de estos. No es menos cierto que soplaba un viento bastante fuerte, que había ido en aumento durante la mañana, y que esto dificultaba las cosas, aunque sin mayores complicaciones ni consecuencias.
Los nuestros parecían controlar mejor la situación, algo que te da cierta tranquilidad cuando te vas a echar a volar por primera vez colgando de una especie de cometa gigante. Desde tierra, el primer vuelo me pareció impresionante. Justo al lado de los acantilados de la playa de Peñarrubia, el parapente comenzó de pronto a girar y a lucirse en posiciones imposibles desde el punto de vista de un profano en la materia como yo. Se oyó algún grito al principio, y a partir de ahí todo pareció ir como la seda.
Mi turno llegó un poco después, de la mano otro de os piltos de Volar en Asturias. Tras un despegue desde el parque de La Providencia de lo más cómodo, diría que casi de libro, comenzamos a sobrevolar la zona en parapente. Hacía un día espectacular, y la verdad es que disfrutar del paisaje de la costa gijonesa a vista de pájaro resultó una auténtica gozada. Pude sacar alguna foto aérea ya que insistí en llevar a mi inseparable cámara réflex conmigo. También llevaba una cámara Gopro con la que grabé un vídeo que pronto podré enseñar.
En un momento dado, el chico que me llevaba me avisó de que íbamos a descender, y comenzó la tan esperada maniobra que antes había observado desde tierra. De pronto comenzamos a girar y a caer al vacío con el parapente, para volver a elevarnos al poco cual ave fénix resurgiendo de sus cenizas. Una vez arriba, me preguntó a ver qué tal, a lo que yo le contesté: ¡Flipante! Nada más recibir mi respuesta, volvió a girar de nuevo bruscamente y dejó que cayéramos como si fuéramos una pluma. La verdad es que pese a que la víspera había salido hasta bien entrada la madrugada, todo quedó en un pequeño mareíllo que no fue a más.
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Esta experiencia la pude disfrutar dentro de las actividades del Travel Bloggers Meeting celebrado en Gijón, sin coste alguno para mi bolsillo.
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[toggle title=»Precio y + info»]
El vuelo en parapente biplaza ronda unos 50 € los 15 minutos, aunque hay diferentes modalidades. Todos los detalles se pueden consultar en la web de Volar en Asturias.
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Las reservas se pueden realizar escribiendo al mail info@volarenasturias.com o llamando al teléfono 684 609 518.
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