No tenía conocimiento del origen de Halloween, y menos aún de sus raíces ancestrales. Hace un año llegué a la capital del Irlanda por motivos de trabajo y tuve ocasión de ver cómo se celebra la noche de Halloween en Dublín. La tenía por una fiesta más bien estadounidense, una invención comercial como otras tantas que se celebran en la parte norte del continente americano. Pero estaba equivocado. Las raíces de Halloween se sumergen en lo más profundo de las tradiciones paganas de la cultura celta, y la adaptación moderna de esta fiesta se celebra cada año en las calles y los pubs de Dublín.
Comencé a tomar consciencia de la importancia de esta fiesta en la socidad irlandesa nada más llegar a Dublín y alojarme en un Bed & Breakfast en las afueras de la ciudad. Habíamos llegado el 29 de noviembre, de noche, y la primera señal de lo que iba a suceder un par de días más tarde nos la encontramos en la entrada de nuestro alojamiento. Una simpática calabaza, vaciada como mandan las tradiciones, fue quien primero nos dio la bienvenida.
Entramos en la que sería nuestra casa durante varios días, nos acomodamos, y salí de la habitación para servirme un vaso de agua antes de acostarme. Otra calabaza, esta vez con su correspondiente vela en el interior, me miraba fijamente desde la mesa del comedor como queriendo controlar mis silenciosos movimientos. Nos esperaban unos días de bastante ajetreo, así queme fui a la cama sin más dilación, no sin antes sacar una foto a esa maléfica cara que no dejaba de mirarme. Aquella noche no ocurrió nada. Aún quedaban un par de días hasta la noche señalada, la noche de Halloween en Dublín.
A la mañana siguiente caminamos hasta la feria de muestras donde nos tocaría trabajar durante los siguientes días. Los escaparates de las tiendas, las ventanas de las casas, incluso la publicidad de los autobuses auguraba que algo grande iba a ocurrir en breve. Las fruterías exhibían sus exuberantes calabazas en el exterior, y las pastelerías vendían apetecibles dulces con la forma de esta hortaliza tan representativa de Halloween. En las inmediaciones de Trinity College, algunos hombres anuncio sujetaban carteles que indicaban dónde se podían adquirir disfraces y máscaras, y en los soportales del mercado Arcade de George Street el producto estrella eran sin duda las caretas más monstruosas y los atuendos más terroríficos.
Pasaron varios días, en los que poco pudimos hacer más que trabajar durante la celebración del Web Summit, y la noche de Halloween se fue acercando sin que le hubiéramos prestado demasiada atención. Lo mejor de todo fue que para entonces ya habíamos terminado nuestros quehaceres profesionales, y ya éramos libres para disfrutar en la medida de lo posible de Dublín y sus alrededores.
La tarde del 31 de noviembre, nada más salir de las instalaciones del Royal Dublín Society de Ballsbridge, decidimos coger un tren para desplazarnos a la cercana localidad costera de Howth, situada en la península del cabo que le da nombre, a unos 15 kilómetros del centro de Dublín. Nada más montarnos en el tren, comencé a percatarme de que una gran noche de celebración se avecinaba en la capital, pues la mayoría de la gente, ya disfrazada, se desplazaba en sentido contrario a nuestra dirección, en evidente actitud festiva.
Para cuando llegamos a Howth ya era de noche, así que antes de decidir dónde cenar nos dispusimos a dar una vuelta por la localidad con intención de tomar, a su vez, unas pintas de cerveza. Comenzamos a subir por una de las callejuelas hasta que nos encontramos con el cementerio de la Iglesia de St Mary, que aún permanecía abierto. Si un cementerio es de por sí un escenario inquietante, qué decir cuando se visita en la oscuridad de la noche. Unos días antes habíamos caído por casualidad en el camposanto de la Iglesia de St Catherine. Aquello fue el augurio definitivo de que se aproximaba una noche tan espeluznante como divertida.
Después de tomar varias Guinness en un pub muy auténtico que se llama The Cock Tavern, al lado del cementerio de Howth, finalmente cenamos copiosamente en Old Abbey Tavern, donde cayeron algunas pintas más. Nos acercamos a la estación de tren contagiados por el espíritu de Halloween y con el firme propósito de conocer el lado más canalla de la famosa noche de Dublín en tan señalado día. El tren aún tardaría media hora en llegar, por lo que decidimos hacer gala de nuestro conocimiento por las costumbres locales y tomarnos la última cerveza en el pub más cercano a la estación.
Durante el recorrido de vuelta a la capital pudimos observar cómo se habían encendido algunas hogueras en las inmediaciones de las vías del tren. Era como si una hilera de antorchas gigantes nos señalara el buen camino hacia la fiesta en Dublín. En la ciudad, las calles estaban repletas de gente disfrazada, no solo de muertos vivientes, vampiros y asesinos con moto-sierra. También se estilaban los típicos disfraces de cualquier cosa, siempre que fuera en la modalidad «sexy»: Enfermera sexy, caperucita roja y sexy, troglodita sexy… Recordé nuestro Carnaval moderno y fue entonces cuando me di cuenta de que aquello, más allá de las costumbres milenarias, se había convertido en una gran fiesta que ningún joven dublinés iba a querer perderse. Y nosotros tampoco.
El origen celta de Halloween
Está más o menos aceptado que el origen de Halloween es celta, al menos en lo que a esta acepción se refiere, y a menudo se relaciona con el año nuevo celta o Samhain (Samhuinn o Sauin dependiendo del dialecto gaélico), aunque también hay quien cuestiona esta teoría. Esta fiesta se celebraba para dar fin a la temporada de cosechas y se consideraba el comienzo de la «estación oscura». La etimología de la palabra Samahain es gaélica, y significa el fin del verano, mientras que Halloween proviene de una variación escocesa de la frase «All Hallows Eve«, que significa «víspera de todos los santos».
Como otras tantas celebraciones paganas, Halloween ha sido asimilada primero por el cristianismo, y posteriormente por el consumismo (sobre todo en Estados Unidos). Lo mismo ocurre con los carnavales ancestrales, que en origen no eran otra cosa que una fiesta para celebrar la llegada de la primavera y con ella el renacer de la naturaleza y el comienzo de las cosechas. Carnaval y Halloween son dos celebraciones estrechamente ligadas. Si la primera festeja el renacimiento de la naturaleza y el comienzo de las estaciones más prósperas, la segunda conmemora el fin de las cosechas y la muerte de la naturaleza, que tradicionalmente se produce 40 días después del equinoccio de otoño.
Según la tradición pagana, durante la noche de Halloween se estrecha la distancia existente entre el mundo de los vivos y el de los muertos, permitiendo a los espíritus (tanto buenos como malos) pasar de un lado al otro. Por ello, en estas fechas se invita a los ancestros a participar de la fiesta, al tiempo que se intenta ahuyentar a los espíritus malignos. Se cree que el uso de disfraces para adoptar la apariencia de los espíritus malignos se debe a la necesidad de engañarlos y pasar desapercibidos ante sus ojos. Las hogueras también desempeñan un papel importante. La razón de ser de Halloween no es meramente mística o espiritual. También tiene un lado práctico, pues esa noche se utilizaba para hacer recuento de víveres de cara al invierno.
Las festividades paganas relacionadas con las estaciones del año se celebran por todo el planeta. El solsticio de invierno así como el de verano, los carnavales ancestrales… todos ellos se repiten con manifestaciones similares en culturas muy distantes entre sí. Al margen de la interpretación cristiana del Día de todos los Santos, en México se celebra el Día de los Muertos de origen azteca, mientras que en Ecuador tienen su propio Día de los Difuntos. En el País Vasco se celebraba antaño la «Arimen gaua» («Noche de las animas»), se vaciaban calabazas y se colocaba una vela en su interior y se utilizaban disfraces para ahuyentar a los malos espíritus. En Mutriku existe una costumbre llamada «Gaba Beltza» («Noche Negra») que al parecer se celebra desde comienzos del siglo XX. Incluso en Asturias se celebraban banquetes en las tumbas de los antepasados. No son más que unos pocos ejemplos.
Por fin llegamos a la estación de Connolly, nos apeamos del tren y nos adentramos en el Temple Bar, la zona de jarana por excelencia de Dublín. Aquello era una fiesta en toda regla. No tuvimos los reflejos suficientes para adquirir algún accesorio que nos permitiera integrarnos en la manifestación de zombies, brujas, demonios y otros monstruos que se dio cita durante la noche de Halloween en Dublín hasta bien entrada la madrugada. Lo cierto es que tampoco fue necesario, y aunque tuvimos que espantar a algún que otro espíritu maligno, nos aclimatamos rápidamente y terminamos corriéndonos una inolvidable juerga en los pubs y discotecas de la zona.
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Dónde comer en Dublín
Web oficial de Transportes de Irlanda
Web oficial del Temple Bar
Web oficial de Turismo de Dublín
Web oficial de Turismo de Irlanda
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