Como cada 20 de enero, a partir de esta medianoche sonará sin descanso en las calles de Donostia la marcha de San Sebastián compuesta por el maestro Sarriegi, una melodía sobradamente conocida por todos los donostiarras. De unos años aquí, sin embargo, se ha recuperado para la tamborrada una marcha anterior, la antigua marcha de Donostia recogida por Juan Ignacio Iztueta «Zuria» en su «Cancionero» de 1827. Fue un folklorista, dantzari, escritor e historiador controvertido de Zaldibia perseguido por la Inquisición, según apuntan todos los indicios, por algunas de sus ideas.
Lo cierto es que los tambores y barriles que se tocan al son de las diferentes melodías durante el Día de San Sebastián se escuchan ya desde hace varias semanas en las inmediaciones de las ikastolas, las sociedades gastronómicas y los diversos ensayos que se organizan en la ciudad. Fue precisamente a la salida de nuestro ensayo general, hace un par de días, cuando entablé una interesante conversación con mi amigo Unai sobre el origen de la Tamborrada y el espíritu que la rodea. Ambos desfilamos desde hace cerca de 10 años en la Tamborrada de la sociedad Itxas Gain, en el barrio de Gros, igual que lo hicimos mucho tiempo atrás en la Tamborrada infantil de la ikastola Axular.
Este año nos reuniremos 15 amigos de la cuadrilla y nos volveremos a emocionar, pues la Tamborrada se ha convertido para nosotros en la excusa perfecta e ineludible que nos permite reunirnos, disfrutar de los ensayos (antes, durante y después de que se celebren) y pasar un gran día de fiesta juntos el 20 de enero. Tras el último ensayo con la banda de música, sentados en la mesa de un bar, a Unai y a quien firma nos dio el otro día de nuevo por exaltar las características de esta fiesta y enorgullecernos por participar en ella. Un año más vez más nos enfundaremos, si es necesario, esos ridículos ponchos de plástico que afean nuestro traje de cocinero pero nos ayudan a enfrentarnos a las inclemencias del tiempo igual que lo hacen miles de niños.
Aunque a primera vista pueda no parecerlo, la Tamborrada de Donostia es una fiesta que satiriza los desfiles militares. El buen desarrollo de esta fiesta consiste en mantener un complicado equilibrio entre la seriedad necesaria que requiere un desfile ordenado y el impecable redoble de miles de tambores y barriles. La Tamborrada es sobre todo una comparsa que anuncia la llegada del Carnaval, y nada tiene que ver con otros desfiles de origen militar que se celebran en la provincia. El cachondeo, en su justa medida, está permitido. Sobre todo entre los barriles, aquellos vestidos de cocineros que por lo general van detrás de los tambores. Ya se sabe que en un grupo los más canallas se colocan en las últimas filas en esta y en otras situaciones.
Además de su origen de corte festivo, la Tamborrada ha demostrado a lo largo de varios siglos una importante versatilidad y carácter abierto. En la fiesta hay hueco para todos, puretas, adolescentes y mocosos. Y por supuesto, para todas. La incorporación de la mujer a la fiesta en calidad de lo que a esta le parezca se ha hecho de forma bastante natural al menos en los últimos años, en comparación con otras celebraciones en las que sí se ha generado un conflicto. Y esto, aunque debiera ser lo normal, es como para sentirse orgulloso.
Algunos relatos sitúan el origen de la Tamborrada a comienzos del siglo XIX. Según esta versión, las criadas y otras personas que las acompañaban hacían sonar sus cubos de madera mientras esperaban para abastecerse de agua en las fuentes la ciudad. No obstante, la versión más aceptada sitúa el origen de la fiesta en el año 1836, cuando un grupo de gente comenzó a desfilar por las calles de Donostia a modo de sátira, haciendo sonar sus tambores y barriles. Se trataría de una especie de pasacalles para celebrar la llegada del día de del patrón de la ciudad, previa a la sokamuturra del amanecer. A partir de 1879 las tres de las sociedades benéficas más importantes de la ciudad (La Fraternal, La Unión Artesanal y Euskal Billera) se sumaron a la fiesta dando lugar a una costumbre que se fue popularizando en los próximos años.
Sin embargo, la marcha de San Sebastián compuesta por Raimundo Sarriegi es muy posterior al inicio de esta celebración. Existe otro himno, que fue recogido por el zaldibitarra Juan Ignacio Iztueta en 1827 y que por aquel entonces ya se consideraba muy antiguo. Al parecer, el origen de la marcha primitiva se remontaría a los siglos XVII y XVIII. Desde hace unos años, la Tamborrada donostiarra ha incorporado esta melodía, un zortziko que fue adaptado por José Juan Santesteban. Su origen se sitúa en la creación de las primeras comparsas de Carnaval después de la quema de 1813, aunque la melodía es anterior. Cuenta incluso con una letra que dice así: «Oroipena gaur zuri, gure Donostia. Utzirikan alde bat nahigabe guztia. Zuri gaur oroipena, zuri, gure herria, kanta ta dantzatuaz zortziko berria. Zuri gaur oroipena, zuri, gure herria kanta, ta dantzatuaz zortziko berria».
Iztueta fue un escritor y virtuoso dantzari que recogió la historia de Gipuzkoa en una obra titulada «Guipuzcoaco provinciaren condaira edo historia«. También recopiló las danzas tradicionales vascas en otro trabajo. Fue de un estudioso del folklore antes incluso de que se inventara dicha palabra. Escribió gran parte de su obra en euskara, lo que otorga aún más importancia a su trabajo.
Es difícil determinar la ideología de Iztueta, pues ha sido calificada en ocasiones como camaleónica. Al parecer colaboró con las tropas napoleónicas y debió congeniar como pocos entre uno y otro bando durante la Primera Guerra Carlista. Lo que sí queda claro es, a la vista de las declaraciones de sus denunciantes, que fue perseguido por la Inquisición principalmente por sus opiniones contrarias a la Iglesia y también las relativas al sexo. Su rivalidad con el párroco de Zaldibia era bien conocida. Fue encarcelado varias veces, por su supuesta implicación en un robo y su persona creó controversia incluso después de muerto, a juzgar por este artículo publicado con motivo del homenaje que se le brindó en el segundo centenario de su nacimiento. Sea como fuere, se trata de un personaje inquietante que dejó un no menos interesante legado cultural.
Como he subrayado la Tamborrada no es más que una comparsa carnavalera con casi dos siglos de tradición. Se puede decir que el Carnaval donostiarra se comienza el Día de San Sebastián, continúa con las comparsas de Caldereros y termina con el entierro de la sardina. La celebració se ha exportado a muchos pueblos de la provincia, y ha merecido interpretaciones de lo más diversas, incluida una versión zombie a lo Walking Dead de la mano de Danborrada Z, una actividad que se desarrollo dentro de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donostia.
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