Algunos ya sabéis de mi afición al mar y a navegar la vela. Y quizá también hayáis oído hablar de la peculiar costumbre que mi padre y yo hemos adoptado en los últimos años. Si se estrena en el cine alguna película que tenga que ver con barcos, naufragios, marineros y sobre todo, veleros… no hay excusa, estamos obligados a ir juntos a verla. Pues bien, parece que últimamente las películas de veleros están de moda y por lo tanto nosotros estamos de suerte, al igual que las salas de cine de Donostia (bastante necesitadas de afluencia).
Da igual si es «Piratas del Caribe», «Master and Commander» o la «Tormenta perfecta». La cuestión es que si tiene que ver con el mar, y no hay nada que nos lo impida, allí estaremos para verla. Y más si se trata de una película de veleros. No importa si hace un sol radiante o si está anunciada una ciclogénesis explosiva. El caso es que en los últimos meses hemos ido a ver unas cuantas: La película que narra las aventuras de la expedición «Kon-Tiki», nominada a los Oscar, así como otras dos relacionadas con la vela deportiva y los cruceros en velero: «En solitario» y «Cuando todo está perdido«.
«En solitaire», título original, es una producción francesa sobre la famosa regata «Vendée Globe«, que se celebra cada cuatro años y sale desde Sables d’Olonne. Es una regata extrema en la que los navegantes deben completar la vuelta al mundo en solitario y sin asistencia, pasando por el Cabo de Buena Esperanza, el Cabo Leeuwin y el Cabo de Hornos.
Se trata de una cinta grabada en condiciones complicadas en la cubierta de esta enorme embarcación, que se queda pequeño cuando en él tiene que convivir todo un equipo de rodaje. Se trata del DCNS 1000, un velero de 60 pies de eslora (unos 18 metros). Al parecer, la película está basada en hechos reales, según he podido leer en algunas reseñas. No obstante, he tratado de encontrar esos hechos en los que supuestamente está basado y no he descubierto semejanza alguna con la realidad. Y eso que en la Wikipedia hay un listado de participantes en el que se detallan incluso las razones por las que algunos abandonaron o fueron descalificados.
Al margen de coincidencias con la vida real, «En solitaire» narra las vivencias del personaje Yann Kermadec en la regata Vendée Globe, después de que un chico mauritano llamado Mano Ixa se suba a bordo durante una recalada para hacer unas reparaciones en las Islas Canarias. El protagonista está interpretado por François Cluzet, el actor que se hizo famoso por su trabajo en «Intocable», mientras que el polizón lo encarna el joven Samy Seghir.
Es una bonita historia en la que se enfrentan el afán de superación y victoria de un deportista de élite y el instinto de supervivencia de un joven que padece una grave enfermedad y pretende que sea tratado en Francia. Lo que comenzó como un largo viaje en solitario se convierte en un viaje de convivencia complicada entre ambos protagonistas. Finalmente triunfa la humanidad y la solidaridad del navegante, con un final feliz que por si acaso no os voy a desvelar.
A mi me resultó una película entretenida, con una entrañable historia que pretende hacernos reflexionar sobre cuáles son nuestros objetivos en esta vida y si esos objetivos individuales deben sobreponerse a otros fines más solidarios e incluso humanitarios. Sin embargo, eché de menos que se profundizara un poco en la historia del chico, del que apenas sabemos que es un polizón llegado desde Mauritania que padece una enfermedad por la que han muerto varios de sus familiares.
«All is lost«, título original, es una película bien diferente, aunque comparte escenario con la anterior. En realidad, el escenario es también algo distinto, porque se trata de un velero mucho más sencillo, muy lejos de la sofisticación de la embarcación de élite que aparece en la cinta «En solitario», y mucho más parecido a lo que yo conozco. Se rata de un Cal 39 de 1978 construido por Jensen Marine.
La que protagoniza Robert Redford es una historia de supervivencia, esta vez sí, en completa soledad. Tras colisionar con un contenedor de metal que se encuentra a la deriva en el océano, el capitán del Virginia Jean, que así se llama el velero, deberá hacer frente a las adversidades que se le vienen encima una detrás de otra. Los accidentes se sucederán y el protagonista los irá resolviendo con una tranquilidad asombrosa hasta que todo parece estar perdido. Hasta ese momento, el espectador ser verá sometido a una serena agonía que lo mantendrá en vilo durante todo el filme.
Lo de los contenedores debe ser bastante habitual, y una de las mayores preocupaciones de los navegantes que realizan largos cruceros a vela. Afortunadamente yo nunca he visto una mole de estas flotando en el mar, pero mi padre me comentó que les tenían verdadero pánico cuando cruzaron el Océano Atlántico durante la regata Transat AG2R. Para el rodaje de esta película, tuvieron que utilizar 3 veleros de idénticas características. Todos ellos terminaron en el fondo del océano.
Una de las mayores virtudes de la película «Cuando todo está perdido» es la interpretación del propio Redford a quien, por cierto, se le ve ya mayorcito aunque en plena forma. La verdad es que rodar una película de 106 minutos en la que el único diálogo es un sonoro «Joder!» que profiere su protagonista tiene bastante mérito. Y si además la cinta entretiene y mantiene la tensión hasta el último momento, mejor que mejor.
Como sabéis, llevo algunos años navegando en el Cantábrico y de vez en cuando hago alguna escapada viajar en velero por el Mediterráneo, en países como Turquía o Grecia. Lo hago siempre acompañado de mi padre quien, a diferencia de este grumete, es capitán y cuenta con una larga experiencia en navegación a vela, con varios Canales de la Mancha y una regata trasatlántica a sus espaldas. Una vez tuve ocasión de navegar un rato con Amaiur Alfaro, quien ha participado en otra regata en solitario que se llama «La solitaire du Figaro«.
Por todo lo comentado anteriormente, una de las cosas que más nos gusta cuando acudimos al cine a ver películas de veleros es tratar de descubrir los gazapos técnicos que se esconden detrás de las secuencias. Os podéis imaginar a mi padre y a mí, susurrándonos al oído cosas como «¿Te has dado cuenta de que no ha puesto el piloto automático?», «ese aparejo está mal montado» o «¿Cómo es posible que aprenda a utilizar el sextante con un libro y en tan poco tiempo?».