La Roca del León se divisa dese buena parte de la llanura que rodea el Palacio de Sigiriya en Sri Lanka, una fortaleza que se erige en lo alto de lo que antaño fue un volcán. La construcción del este palacio real, en el siglo XVI D.C, fue consecuencia de las desavenencias de un heredero y su hermano. Una historia de traiciones y guerras que ha dejado un legado artístico excepcional. El Palacio Fortaleza de Sigiriya fue declarado patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1982, y actualmente es una de las principales atracciones turísticas que se pueden ver en Sri Lanka. Entre muchos otros elementos artísticos, destacan los frescos del llamado Muro de Espejo, que los guías locales presentan como ejemplo del erotismo gráfico de la época en la que se dibujaron.
La ascensión hacia el Palacio de Sigiriya comienza en los jardines que rodean la Roca del León, a los pies de la fortaleza. Y digo ascensión porque este monumento se encuentra a unos 370 metros de altura sobre el nivel del mar, lo que se traduce en varios cientos de escaleras que el visitante debe subir antes de verse recompensado con las impresionantes vistas que hay en la cima, una gran explanada sobre la que se conservan numerosos restos arqueológicos del antiguo Palacio de Sigiriya.
El recorrido a través de la casi interminable escalera tiene tres hitos principales, todos ellos concentrados en una terraza que se encuentra a media altura de la roca. El primero es el Muro de Espejo, un parapeto defensivo construido con mampostería de ladrillo y cubierto de yeso blanco pulido. Dice la leyenda que llegó a estar tan pulido que el rey podía verse reflejado en él a su paso por la pasarela que hay entre el muro y la roca. Cuentan, asimismo, que los frescos admiraban su propia belleza reflejada en este espejo, y que cuando el sol iluminaba directamente la parte exterior del muro, el brillo podía cegar a los posibles atacantes. Se cree que el brillo de este Muro de Espejo se consiguió mediante el uso de cal fina, clara de huevo y miel. Solo una parte del muro del Palacio de Sigiriya ha sobrevivido al paso del tiempo, pero existe constancia de que se prolongaba a lo largo de todo el flanco occidental de la roca. Tras el muro se conservan en un estado sorprendente unos frescos que los guías locales se empeñan en presentar, con una media sonrisa en su rostro, como «el porno de entonces», pues en ellos aparecen bellas mujeres con pechos turgentes. Lo de turgentes lo digo objetivamente, y muestra de ello son las fotos que acompañan este adjetivo. Sea como fuere, se trata de una obra artística de gran valor histórico.
El Palacio Real de Sigiriya es un enclave que ha sido frecuentado por visitantes durante varias centurias. Así lo demuestran las inscripciones o graffitis que los turistas han ido dejando en el Muro de Espejo a lo largo de los años. Estas inscripciones, datadas en los siglo VIII, IX y X, contienen versos irónicos, de amor y relacionados con todo tipo de sucesos. Obviamente, hoy en día está terminantemente prohibido siquiera acercarse a la parte interior del muro donde se encuentran los graffitis. El arqueólogo srilanqués Senerat Paranavitana descifró 685 versos entre los que se encuentran los siguientes:
Húmeda con gotas de rocío fresco
fragante con perfume de las flores
vino la suave brisa de jazmín y lirio de agua
danza en el amaneer de la primavera
las miradas furtivas de las damas de tonos dorados se clavan en mis pensamientos
ni el mismo cielo puede llevarse mi mente
pues ha sido apresada por una muchacha
de entre las quinientas que he visto aquí
La chica con la piel de oro cautivó la mente y los ojos
damas como vosotras hacen que los hombres derramen sus corazones
También hacéis que se estremezca el cuerpo
endureciédolo de deseo
En la ladera de la montaña, una doncella con ojos de ciervo despierta la ira de mi mente
En su mano sostiene un collar de perlas,
y sus ojos denotan la rivalidad que siente hacia mí
(escrito por una mujer)
Las quinientas damiselas detienen la marcha de aquel que sube al cielo
con su gentil sonrisa y el aleteo de sus párpados, las doncellas estaban aquí
esclavizando a quien llegara a la cima de la roca.
«Me llamo Budal. Vine con cientos de personas a ver sigiriya. Puesto que todos los demñás escribieron poemas, ¡yo no lo hice!
Las inscripciones, de gran valor histórico y literario, dejan entrever varios hechos que permiten conocer un poco mejor la situación de la Fortaleza de Sigiriya entre los siglos XVII y X. Por una parte, evidencian que ya por aquel entonces el emplazamiento era visitado por cientos de personas. Por otro lado, arrojan pistas sobre al gran número de frescos que originalmente albergaba la Roca del León y por último queda patente que ya por entonces los frescos despertaban por su erotismo las inquietudes sexuales de los hombres y la rivalidad de algunas mujeres. Imagino que también suscitarían la excitación de algunas féminas, aunque estas no lo expresaran abiertamente a través de las inscripciones.
La formación rocosa y el propio emplazamiento de la Fortaleza de Sigiriya recuerdan en cierta manera a los monasterios de Meteora. De hecho, inicialmente, la Roca del León debió albergar un templo, anterior al actual palacio real, y también fue usado como monasterio tras la caída de su rey. Esta roca es el resultado de la erosión de los restos de una erupción de magma de un volcán ya extinto. El conjunto monumental de Sigiriya está formado por las ruinas de un palacio situado en lo alto de la roca, una terraza de medio nivel y un palacio inferior. En su entorno, además, hay numerosos fosos, muros y jardines que se extienden alrededor de la base de la roca. El Palacio de Sigiriya es una ingeniosa construcción, con escaleras talladas en la roca y cisternas para almacenar el agua. Uno de los rincones más espectaculares es la terraza que se encuentra a mitad de camino, donde unas enormes garras de león advierten al visitante sobre lo que le espera si sus intenciones son hostiles.
Tanto los jardines como el Palacio de Sigiriya fueron hechos construir por el rey Kasyapa, descrito en el antiguo registro histórico de Sri Lanka (el Mahavansa o Culavamsa) como el hijo del Rey Dhatusena. Kasyapa usurpó el derecho al trono de su hermano Mogallana, después de asesinar a su padre emparedándolo vivo. Mogallana huyó a India jurando venganza, evitando así los intentos de asesinato que su hermano pudiera hurdir. Ya en India, el legítimo heredero levantó un ejército con intención de recuperar el trono que por derecho le correspondía. Conocedor de las intenciones de su hermano, se cree que Kasyapa ordenó la construcción del palacio en la cumbre de Sigiriya, que cumplía las funciones de fortaleza y lugar de descanso y placer. Cuando Mogallana llegó y declaró la guerra a su hermano, se libró una batalla que tuvo un trágico final para el ilegítimo rey. Durante la misma, el elefante sobre el que cabalgaba Kasyapa cambió su rumbo para tomar ventaja estratégica, un movimiento que fue malinterpretado por su ejército como una retirada. Abandonado por sus tropas, el falso rey decidió quitarse la vida. En un gesto de orgullo, se cortó la garganta a si mismo, alzó la daga en alto y la volvió a enfundar cayendo finalmente muerto sobre el campo de batalla.
Tras la muerte de Ksyapa, su hermano devolvió la capitalidad del reino a Anuradapura y el Palacio de Sigiriya fue convertido en un monasterio hasta el siglo XIV, tras lo que fue abandonado. Las ruinas fueron descubiertas para el mundo entero por el explorador británico John Still en 1907. El propio Still sugirió que «toda la superficie de la roca parece haber sido una gigantesca galería de pinturas, quizá la obra pictórica más grande del mundo». No sabemos si es así o no, pero sin duda es uno de los monumentos más interesantes que se pueden ver en Sri Lanka.
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Club Marco Polo ofrece varias opciones para Viajar a Sri Lanka.
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Este reportaje fue posible gracias a Club Marco Polo y Viajes Azul marino, quienes facilitaron todas las necesidades para poder realizar el viaje.
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