Hace un par de años, en una de mis visitas habituales al quiosco del aeropuerto antes de volar, cayó en mis manos lo que para mi es un gran número de la revista National Geographic (edición española). Era febrero de 2011 y en la revista figuraba un magnífico reportaje sobre las catacumbas de París, y la afición a recorrerlas conocida como «cataphile».
Reportaje fotográfico: CC-BY-NC Zoriah
Desde niño me han fascinado las historias de ciudades subterráneas y, aunque no lo recuerdo con exactitud, guardo en mi memoria la imagen borrosa de algún tipo de mapa o guía, sacada de algún libro, que describía los recovecos subterráneos de alguna ciudad.
La portada de aquel número de la mítica revista hacía referencia a la cueva más grande del mundo. Pero en su interior guardaba algo que para mí es una pequeña joya. Un desplegable con infografías sobre el París subterráneo. Aquello desperto las fantasías de mi infancia, pero en aquel momento decidí no escribir sobre ello en el blog. Me propuse investigar un poco más el tema en mi próxima visita a París.
Bajo las calles de París se esconde todo un laberinto de cloacas, alcantarillado, túneles, minas y catacumbas. Hay una parte de las catacumbas que se puede visitar, como el que visita un museo. Exceptuando esta parte que e se explota turísticamente, está terminantemete prohibido acceder a ellas. Existe, incluso, una especie de policía de las cloacas.
Ya se sabe que lo prohibido es en ocasiones muy atractivo, y visitar la ciudad subterránea de París de forma clandestina y furtiva no lo es menos. De unos años aquí, se ha popularizado el fenómeno del cataphile, el viajero de las catacumbas. Se trata de gente que busca nuevos accesos a la parte más underground de París, en el sentido literal de la palabra. En este vídeo del Canal Historia uno de sus reporteros se adentra en el París subterráneo con ayuda de un cataphile local.
Exploran los túneles, documentan los recorridos en mapas, organizan fiestas o galerías de arte secretas. Bajo el suelo de París se pueden encontrar desde los almacenes subterráneos de una antigua cervecería, hasta un cementerio de huesos humanos del siglo XVIII, conocido como el Imperio de la Muerte. En esta web podéis encontrar una especie de Google Street View que muestra las grutas de la ciudad, una visita virtual de las catacumbas.
La policía sella los accesos, pero los cataphiles no tardan en descubrir otros. Intercambian mapas entre ellos, incluso cuentan con puntos de reunión en las catacumbas para compartir experiencias y conocimiento. No hay que olvidar que, además de ser una práctica ilegal multada con cerca de 100 €, es peligrosa por muchas razones. Aviso a navegantes.
En 2007, durante unos ejercicios de entrenamiento, la Gendarmería encontró una sala de cine clandestina, que había montado el movimiento La Mexicaine de Perforatión. Allí había un proyector de cine, decenas de películas, un bar bien aprovisionado, incuso habían llevado agua y electricidad desde la superficie. Cuando la policía volvió para seguir investigando, todo había desaparecido. Tan solo encontraron una nota: «No traten de encontrarnos».
Hace un par de semanas, durante el Travel Blogges Meeting, un grupo de bloggers de viajes pudo conocer las entrañas de Tarragona. Se trata, en este caso, de una cueva urbana, que se puede visitar con plena seguridad contratando a unos guías especialistas en espeleología. La visita a la cueva estaba programada en el marco de las numerosas actividades del evento, y fue una de las primeras que se agotó. Yo fui uno de los que se quedó con las ganas.
Aunque esta visita es del todo legal, no se le puede negar este toque underground y aventurero: Para llegar a la cueva urbana de Tarragona hay que atravesar un parking que hay en plena ciudad, y se accede a través de un acueducto romano. Nos lo cuenta uno de los asistentes al evento en el blog Viajamosjuntos. Qué más se puede pedir…
Bilbao también tiene su realidad subterránea paralela, que pude conocer durante un Evento Nomaders que se celebró hace un par de años. Bajo la ciudad existen unas galerías de las antiguas minas, que se utilizaban para transportar el material hasta la ría y cargarlo en los barcos. Se accede a través de una puerta metálica de lo que parece ser una lonja a pie de calle.
Si el trabajo me deja y consigo programar una nueva visita a París, espero poder escribir otro artículo pronto. Aunque quizá debería empezar más cerca de casa, pues mi aita cuenta, cada vez más frecuentemente, que en el monte Urgull, bajo el castillo de la mota, existen numerosas galerías.
Mientras tanto, os dejo una preciosa serie de fotos CC-BY-NC Zoriah. Si buscáis cataphile en Flickr encontraréis más instantáneas interesantes.