Soy un férreo defensor de la lluvia. En su justa medida, claro. Diría que de alguna manera la lluvia forma parte de mi identidad cultural. Y la defiendo porque, de una parte, no me queda alternativa mientras viva en Donostia. De otra, creo que nuestro clima tiene su encanto y soy consciente de sus beneficios, así como de los eventuales perjuicios.
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