Durante el pasado Travel Bloggers Meeting (que se celebró en Tarragona del 17 al 19 de mayo) tuve ocasión de conocer la comarca catalana de Terres de L’Ebre. Cuando nos acercamos a la Cooperativa de Vino de Gandesa, dentro de una de las actividades que pudimos disfrutar, alguien me dijo que aquello es a Catalunya lo que Teruel es a España. Es decir, una de las grandes olvidadas.
Al siguiente día nos dirigimos al Delta del Ebro, donde hicimos un recorrido fluvial en kayak y degustamos una exquisita paella autóctona en el Xiringuito de la Platja Riumar . Al final de la comida, nos dieron a probar un digestivo muy especial: Un cremoso licor de arroz elaborado por La Botiga de L’ebre. El espirituoso es tan bueno, que se dice en clave de broma que se va a dejar de comercializar arroz para destinarlo a la producción exclusiva de esta bebida.
Lo mejor del día llegó durante el postre. Allí se nos presentó Josep Polet, un «ex futbolista profesional y payés frustrado», según se definió él mismo. Polet regenta una pequeña empresa familiar cuyo objetivo es que la gente visite el Delta del Ebro y su parque natural, para poder conocer las tradiciones de la zona, muy influídas por el legado que dejó tras de sí la cultura árabe.
Cuando apareció por la puerta del comedor, Josep llevaba en sus recias manos unas hojas de caña con las que confecciona pequeños veleros. En un abrir y cerrar de ojos puso sobre la mesa tantos barcos como comensales (unos 19) y los vendió a un módico precio: A cambio de una sonrisa.
Josep, de 69 años, es un hombre peculiar. Su amor por la tierra y la cultura local son evidentes. Cada palabra que sale de su boca desprende pasión por lo que hace. Antes de enseñarnos diferentes aspectos de la vida tradicional de la zona, nos deleitó con varias lecciones que no dejaron indiferente a nadie.
Recordó que antes de que se introdujeran las máquinas cosechadoras arroceras, esta actividad empleaba a cientos de personas en la desembocadura del Ebro. Según sus palabras, aprender a cultivar arroz, a pescar y a navegar de manera ancestral es una cuestión de supervivencia. Prometió enseñarnos a sobrevivir en un entorno como el del Delta cuando las máquinas ya no puedan ayudarnos más.
El Delta del Ebro es probablemente una de las zonas de Catalunya con mayor biodiversidad. Los mosquitos que rondan al visitante dan fe de que es una de las zonas más húmedas de Europa. Su principal fuente de riqueza son los arrozales que, además de ser parte importante de la economía local, constituyen uno de los pilares de su ecosistema.
El arroz que se cultiva en el delta recibe una Indicación Geogáfica Protegida (IGP) que comprende las localidades de de Deltebre, Sant Jaume d’Enveja, L’Aldea, Amposta, Camarles, L’Ampolla y Sant Carles de la Ràpita. Prácticamente la totalidad de la desebocadura del río está sembrada en monocultivo y casi el 100% del arroz que se produce en esta zona se consume en Catalunya.
Josep nos llevó frente a una barraca deltáica típica y allí nos enseño los diferentes momentos de la recolecta y tratamiento tradicional del arroz. Como nos había prometido una sesión de reflexoterapia, no tardamos en descalzarnos y sumergir nuestros pies en el barro. Con los pantalones bien remangados, como quien va a recoger unas quisquillas.
La siembra del arroz se realiza a a mediados de abril con la inundación de los campos de cultivo. A finales de este mes se siembra la semilla, y sla recolecta suele realizarse a mediados de septiembre.
Con un evidente tono de nostalgia, nos explicó que antiguamente el trabajo se realizaba a mano con la ayuda de animales y herramientas que ya están en desuso y que son, precisamente, las que Josep pretende recuperar. Aunque solo sea en la memoría de la gente. Hoy en día la recolecta se realiza con cosechadoras adaptadas especialmente para este medio, que han supuesto un cambio no solo en la forma de hacer las cosas, sino en la economía de su entorno más cercano.
Existe un amplio vocabulario catalán para designar a cada uno de los estadios de la siembra, recolección y manipulación tradicional del arroz: xarugar, entaular, plantar, birbar, ventar, soleiar, espallofar… En el Museu de les Terres de l’Ebre aún se conservan algunos de los utensilios utilizados antaño en este oficio como la xaruga, el tiràs, el trill, l’erer y la llauradora de gra.
Una vez que el grano se ha almacenado en silos, y antes de proceder a su elaboración, se separan la cascarilla y la testa mediante moles de piedra o rodillos. Josep nos enseñó también cómo se realizaba la separación con una especie de mortero gigante. El grano entero se denomina arroz descascarillado o cargo, también conocido como arroz integral. El que conocemos como arroz blanco se elabora mediante un proceso de pulimento por fricción de piedras abrasivas.
Evidentemente el arroz integral es mucho más nutritivo que el blanco. Históricamente, el consumo de arroz blanco ha derivado en enfermedades como el beriberi, puesto que el descascarillado mecánico priva al de nutrientes como la tiamina (vitanina B1) . Josep nos contó que están estudiando la posibilidad de comercializar su propio arroz integral, cultivado de forma tradicional.
La segunda lección de supervivencia consistió en enseñarnos a manejar el medio de transporte ancestral de Terres de l’Ebre: La barca de perchar, una barca típica para aguas de poca profundidad. Una especie de pequeña góndola rústica que para mi gusto nada tiene que envidiar a las de Venecia. ;)
Las pontonas son las barcas de perchar típicas y tradicionales del Delta que antiguamente se utilizaban para desplazamientos, cazar y pescar. Permiten navegar sin apenas hacer ruido por zonas poco accesibles en marjales, lagunas y canales.
La percha es el sistema de propulsión de estas embarcaciones. Es un bastón de madera de más de tres metros de largo, bifurcado en el extremo inferior, con el que los perxadors experimentados como Josep hacen avanzar y girar la embarcación mediante su fuerza y su destreza.
Existe un elemento arquitectónico propio que forma parte del paisaje del Delta: La barraca deltáica. Aunque recuerdo haber estado hace muchos años en Amposta, no recordaba haber visto estas casetas blancas cubiertas con un techo de carrizo de arenal. Esta vez llamaron poderosamente mi atención.
La barraca era la vivienda tradicional al Delta. Se trataba de la vivienda temporal que utilizaban los primeros colonizadores para cazar y pescar en las lagunas. Cuando empezaron los primeros trabajos de secación de campos para el cultivo del arroz, los agricultores la comenzaron a utilizarla como vivienda habitual. La estructura de las barracas se construía con cañas, madera de olivo y eucalipto, y las paredes se rebozaban con fango y paja. Hoy en día existen numerosas casas rurales instaladas en estas edificaciones tradicionales.
La última lección de supervivencia deltáica consistió en aprender a pescar utilizando el rall, un arte tradicional de pesca con red que las autoridades han prohibido. Josep se mostró muy molesto con esta decisión, porque a su juicio es un sistema sostenible, a la par que efectivo. Nos contó que su padre le enseñó a pescar con dicha red, con un ojo puesto en la pesca, y el otro oteando los alrededores por si la policía merodea por el lugar.
El rall o atarralla consiste en una red circular plomada en su parte inferior. Josep nos hizo una demostración del lanzamiento, y llegó a capturar dos piezas hermosas que no supe identificar, para acto seguido devolverlas a su medio natural: «Esto sí es pesca sin muerte», sentenció rotundo nuestro guía, «y no la pesca sin muerte con anzuelo», que daña de manera importante al animal.
El lanzamiento del rall requiere de cierta técnica y mucha práctica, para que caiga bien abierta sobre el agua. Una vez lanzado, se va recogiendo lentamente para que los plomos cierren la red por abajo, evitando cualquier vía de escape a los peces que se han quedado atrapados en su interior. Los plomos actuan como garras y pocos peces logran escapar de ellas una vez que han quedado atrapadas.
La pesca se realizaba tradicionalmente también desde las barcas de perchar, algo que requiere de un sentido del equilibrio importante, que Josep asegura haber adquirido trabajando en el fango de los arrozales. Durante el lanzamiento se sujeta la red con la boca por uno de sus extremos para que se extienda correctamente. Requiere de cierta destreza si no quieres perder alguna de tus piezas dentales. Su padre le enseñó a no sujetar la red mordeiendo uno de los plomos, por su toxicidad. Pero a riesgo de perder algún diente, Josep admite que desoye estas recomendaciones del maestro por el bien de su dentadura. Sujetar la red por la pita y lanzarla puede hacer que se te salte algún diente.
Antes de partir, este entrañable y peculiar hombre nos hizo entrega de un diploma que acredita que somos amigos del Delta del Ebro. Las actividades de Delta Polet se enmarcan dentro de la Carta Europea para el Turismo Sostenible en Areas Protegidas, y han recibido el certificado de Destinos Europeos de Excelencia. La verdad es que solo por la pasión que le pone a sus explicaciones merece la pena conocer esta parte de la cultura de Terres de l’Ebre de la mano a Josep Polet, un hombre adaptado a su entorno natural…