Habíamos concertado una excursión de avistamiento de ballenas en Islandia pero según nos íbamos acercando a Húsavík, la niebla se cernía sobre nosotros sin remedio. Una pareja con la que coincidimos días antes en el camping de Isafjörður nos había dicho que habían conseguido ver ballenas en Husavík hacía un par de días, y parece que ese mismo día una ballena jorobada había ofrecido un magnífico espectáculo cuando decidió saltar y mostrarse en todo su esplendor sobre las aguas del Océano Ártico.
El avistamiento de ballenas en Húsavík era uno de los hitos que habíamos programado en el viaje, tras varios días siguiendo la estela de los balleneros vascos en los fiordos del Oeste de Islandia. Además, Ternua nos había encomendado una misión. Debíamos grabar en vídeo el momento que simboliza su logotipo: Una cola de ballena asomando en el horizonte.
Nuestro barco para ver cetáceos iba a partir a las 20:00, pero habíamos llegado a tiempo de embarcar en la anterior excursión, tres horas antes. Tras una conversación con los chicos de North Sailing, con quienes nos habíamos puesto en contacto gracias a la agencia Island Tours, decidimos finalmente mantener el horario con la esperanza de que la niebla se desvaneciera en ese intervalo de tiempo.
Húsavík está construido probablemente sobre el primer asentamiento de Islandia. Al parecer, el explorador sueco Garðar Svavarsson pasó el invierno del año 870 en este lugar y se marchó en la primavera siguiente dejando a tres personas allá: Un hombre llamado Náttfari, además de un siervo y una esclava de nombres desconocidos. En ocasiones el primer asentamiento en Islandia es atribuido al noruego Ingólfur Arnarson, pero no fue hasta cuatro años más tarde cuándo éste estableció su hacienda en Reykjavík.
Ver ballenas en Islandia, según habíamos leído a la hora de preparar el viaje, debía resultar relativamente fácil en Húsavik. La bahía de Skjálfandi, al borde del Océano Glacial Ártico, ofrece unas condiciones inmejorables para el avistamiento de ballenas y otros cetáceos. Robert, el guía que se encargó de dirigir nuestra pequeña expedición, nos explicó las razones.
Las ballenas, sobre todo las jorobadas, se acercan en verano a esta bahía principalmente para alimentarse. En esta zona desemboca un río glacial que deposita numerosos sedimentos en la bahía, proporcionando nutrientes en los que prolifera el plankton y pequeños peces que son parte de la alimentación de las ballenas. Según comentó Robert, la concentración de aves en la superficie del mar puede resultar un buen augurio a la hora de ver ballenas en Islandia, puesto que puede significar que hay una concentración de alimento y, por lo tanto, también cetáceos.
Pudimos ver puffins o frailecillos, rechonchos y simpáticos, que a duras penas lograban alzar el vuelo desde el agua y nos acercamos al islote de Lundey, rodeado de una espesa bruma (hay tres islas en Islandia que reciben este nombre). Después de tres horas surcando las aguas de este extremo del Ártico, pusimos rumbo a puerto. Aunque la tripulación se había empeñado con tesón, no vimos ninguna ballena aquella tarde, ni siquiera un cetáceo menor. Probablemente estuvieran cerca, pero la niebla nos impedía ver más allá de nuestras narices, y mucho menos el soplido de las ballenas, que es lo que muchas veces permite localizarlas.
Aquella noche nos fuimos a dormir al camping de Húsavík un poco decepcionados. De camino a nuestra tienda de campaña no encontramos nada abierto, ni siquiera una gasolinera en la que comer un perrito caliente. Aunque el bollo de canela y el chocolate caliente que sirven al finalizar la excursión nos había ayudado a entrar en calor, no había mitigado nuestra hambre.
Durante los viajes, en ocasiones, hay días que parece que todo se tuerce. Nos costó mucho tomar la decisión de mantener la hora de salida programada para ver ballenas en Húsavík. Aunque en principio parecía la decisión correcta, evidentemente no lo fue. La niebla se fue cerrando aún más según avanzaba la tarde.
Si hubiéramos cambiado la hora, adelantando la salida, hubiéramos visto alguna ballena y hubiéramos podido cenar en uno de los restaurantes del puerto. Pero se hizo demasiado tarde y ya no servían cenas. Aquel día el pescado del día era el bacalao, que por algo adorna el escudo de Islandia. Tenía una pinta estupenda y se anunciaba a un módico precio. Pero no pudo ser.
Finalmente picamos algo de comida que llevábamos con nosotros y nos enfundamos los sacos de dormir con la esperanza de que aquella bruma cerrada se hubiera despejado definitivamente a la mañana siguente. En caso de que la mañana se despertara algo más despejada, nos embarcaríamos de nuevo para ver ballenas por gentileza de North Saling, quienes habían ofrecido a todo el pasaje la posibilidad de repetir la experiencia sin coste alguno. Todo un detalle, la verdad.
A la mañana siguiente la niebla se había despejado, aunque se resistía a desaparecer del todo. Como habíamos madrugado y estábamos preparados, decidimos embarcarnos de nuevo. Queríamos ver ballenas a toda costa, y no perdíamos nada con repetir. El barco tomó otro rumbo, hacia el extremo Oeste de la bahía de Skjálfandi. Al poco de partir, Robert, encaramado a uno de los mástiles, señaló al horizonte y gritó el equivalente de «por allí resopla» en inglés, en referencia al chorro de agua que las ballenas expulsan cuando emergen para tomar aire. Nos dirigimos hacia allí y la cola de una ballena jorobada no tardo en aparecer cerca del barco.
Nos dirigimos hacia la Isla de Flatey mientras Robert, el guía, nos contaba su historia. Esta isla, que en islandés significa «isla plana», comparte su nombre con otra que se encuentra en el Noroeste de Islandia. La que se encuentra en la bahía de Skjálfandi estuvo habitada por unas 100 personas que se dedicaban a la pesca y a la agricultura. Deshabitada desde 1968, hoy en día sirve como destino de verano, pues algunos islandeses tienen allí su segunda casa.
Entretanto, pudimos ver, además de la primera ballena jorobada, una pareja de rorcual austral (minke antártico) así como algunas marsopas. El tiempo transcurrió mucho más rápido que la víspera, puesto que en todo momento nos mantuvimos entretenidos tratando de avistar nuevos cetáceos en el horizonte. Tras la decepción de la noche anterior, he de decir que esta vez pudimos vivir una de las experiencias más emocionantes. Además de ver ballenas en Islandia, que era uno de los objetivos de nuestro viaje, pudimos disfrutar por segunda vez de la taza de chocolate y los deliciosos bollos de canela que nos sirvieron de nuevo a bordo.
INFORMACIÓN PRÁCTICA Empresas de avistamiento de ballenas en Húsavík: North Sailing Gentle Giants Salka whale watching Asociación de observadores de ballenas de Islandia: Ice Whale Oficina de Turismo de Húsavik: Visit Húsavik Museo de la Ballena de Húsavík: Whale Museum Camping de Húsavík: Húsavík Campground
Disclaimer: Para esta nueva aventura hemos contado con la ayuda de la agencia de viajes Island Tours, de la marca de ropa de montaña Ternua y de Blog on Brands, la plataforma que pone en contacto a bloggers y a marcas.