El abrigo André Michaud es una cueva acondicionada para hacer vivac que se encuentra a 2.698 metros sobre el nivel del mar, a las puertas de uno de los picos más emblemáticos de los Pirineos, el Balaitús (3.144 metros). Pese a que los montañeros que suben a esta cumbre por la Gran Diagonal, su ascensión más frecuentada, pasan por este modesto pero útil refugio, apenas existen referencias bibliográficas respecto su construcción y menos aún sobre la persona que le da nombre. Esta es la desconocida historia de André Michaud y su cueva, un refugio a los pies del Balaitús, apodado por Henry Russell como el Cervino de los Pirineos
El Balaitús (Balaïtous en francés, Pico os Moros en aragonés, y Vathleitosa en occitano) es una de esas ascensiones que todo aficionado pirineísta querría guardar para siempre en su mochila. Aunque existen otras vías, las dos rutas más habituales para alcanzar su cima desde Huesca son las que pasan por la Gran Diagonal (la más frecuentada y asequible) y la Brecha de Latour (algo más complicada técnicamente). Existen varias vías para ascender al Balaitús desde ambas vertientes del macizo.
Tras descartar la posibilidad de realizar la ascensión por la brecha, pasando noche en el Refugio Respomuso o en sus inmediaciones, salimos desde el embalse de La Sarra en dirección a los Ibones de Arriel con nuestras tiendas de campaña, esterillas y sacos a cuestas. Tras una caminata de algo más de dos horas, llegamos al que se convertiría nuestro campo base, una zona herbosa al lado de los lagos en los que se puede conseguir agua fácilmente. Pasamos la noche y a primera hora de la mañana siguiente comenzamos la ascensión final al Balaitús, justo en el momento en el que la Luna se ocultaba tras el Pico Arriel y el Sol comenzaba a reflejarse en su cima.
Bordeando la larga arista de Las Frondellas alcanzamos primero el Ibon Chelau o Gorg Helado. Es agosto y, obviamente, esta vez no hace honor a su nombre. Los hitos nos llevan a través de una pedrera hacia la cueva André Michaud, la antesala de la Gran Diagonal. Paramos para descansar, comer un poco y disfrutar del lugar. Se trata de una cavidad natural cuyo acceso ha sido tapiado con piedras para proteger aún más el habitáculo y ofrecer un refugio medianamente cómodo a casi 2.700 metros. Una placa con una inscripción recuerda el nombre de la persona a la que está dedicado el abrigo, y varias piezas de lo que antaño fuera una puerta de metal se encuentran desperdigadas por la zona. En una de ellas se puede leer el año 1920.
Hora de calzarnos los cascos (el mayor peligro de toda la ruta es la caída de piedras, tanto por la Brecha de Latour como por la Gran Diagonal), y nos adentramos en la canal que nos llevará finalmente a la cima. Dejamos atrás el mítico refugio André Michaud y poco antes de llegar a la Brecha de Isards nos desviamos hacia el Suroeste por una pared que conduce hasta la cumbre del Pico Balaitús.
Las primeras ascensiones
Aquel día tuvimos mejor suerte que Pierre-Eugène-Félicien Peytier y Paul-Michel Hossard en su intento inicial por alcanzar esta cumbre, los primeros montañeros que hollaron la cima del Balaitús. Corría el año 1825 cuando los dos técnicos geodésicos y militares franceses creyeron haber pisado la cumbre del Matterhorn de los Pirineos cuando, en realidad, habían alcanzado la cima del Pico Palas. La niebla les llevo por un derrotero equivocado y acabaron subiendo a un pico que se encuentra al lado de su objetivo principal. Al día siguiente consiguieron finalmente hollar el Balaitús para realizar las triangulaciones geográficas pertinentes.
Las peripecias de estos dos técnicos, que volvieron a subir al Balaitús un par de veces más en los años posteriores, dio nombre a la llamada Arista de los Geodésicos, a través de la que se asciende al Pico Palas. La cuarta ascensión documentada al Balaitús fue la de Charles Packe (1864), y la quinta la de Henry Russell, el conde Russell-Killough, ese mismo año, acompañado por el mismo guía local que Packe. Estas ascensiones dieron lugar al nombre de la Arista Packe-Russell.
La ascensión de Peytier y Hossard cayó en el olvido, y ni siquiera se recordaba entre las gentes de los valles de la zona. Quizá porque se trató de una expedición militar con unos objetivos prácticos, sin intención de reclamar ninguna titularidad respecto a la primera ascensión del Balaitús. Cuando Packe, acompañado de un montañés de Arrens llamado Jean-Pierrre Gaspard, llegó a la cima tras varios intentos, convencido de que iba a ser el primero en hollar la cumbre, se encontró con los vestigios de una ascensión anterior. Una gran torreta de piedra, restos de fogatas… Incluso unas clavijas de madera como las que se usaban en las tiendas de campaña militares.
Dichos restos pertenecían a los geodésicos franceses, cuya ascensión permaneció en el olvido hasta que el historiador Henri Beraldi descubrió una ficha del «Service Géographique de l’Armée« en el que figuraba un completo informe sobre la ascensión de Peytier y Hossard. Fue el propio Russell, autoproclamado Señor de las Vignemale, quien recogió en su libro «Souvenirs d’un Montagnard» las peripecias de las primeras ascensiones, y lo cuenta muy bien en su blog Alberto Martínez, en sendos artículos sobre «El Alpine Club británico y el Balaitús» y «El misterio de los geodésicos«.
¿Quién fue André Michaud?
A pesar de ser un refugio muy frecuentado por montañeros, pues marca el comienzo de la Gran Diagonal, y de que existen numerosas referencias en mapas, guías y tracks GPS, curiosamente apenas existe documentación en internet sobre la construcción del abrigo André Michaud, y menos aún sobre la persona que le dio su nombre para proteger desde entonces a más de un montañero que se ha encontrado en apuros en el Balaitús, uno de los colosos del Pirineo.
A la vuelta de nuestra ascensión, quise informarme un poco más sobre este misterioso enclave, puesto que apenas tenía datos al respecto. Había oído otras muchas historias como las famosas siete cuevas que el excéntrico conde Russell mandó horadar en el macizo de Vignemale, pero poco sabía acerca de la conocida como cueva André Michaud. «Lo siguiente a la nada», que decimos en euskara.
¿Quién era André Michaud? ¿En qué año se construyó este humilde pero seguro refugio? En una placa de metal que actualmente hay en el interior, y que imagino sirvió en su día como puerta, figura escrito el año 1920 con la misma letra con la que se lee el nombre del refugio en otra placa que hay en el exterior. ¿A qué acontecimiento hace referencia este año? ¿Es o no esa su fecha de construcción?
Buscando, caí en el blog de Rafa Elorza, en el que comenta, al pie de una preciosa acuarela de la cueva, que «el abri Michaud es un lugar cargado de historia, donde el guía André Michaud pernoctaba con sus clientes, al pie de la Gran Diagonal, camino del Balaitous. Muy cerca, el conde Russell y los hermanos Cadier dieron nombre a otros lugares singulares en los que buscaron refugio en noches de tormenta”.
Esta fue la primera pista que me llevaría a otra referencia en un foro francés de montaña, en el que uno de sus usuarios, al igual que yo, se preguntaba cuándo había sido construido este concurrido refugio. Otro de los internautas recogía una cita de un fascículo de la Guía Ollivier dedicada a Balaitús-Frondella que el refugio fue «construido por H. Sallenave, A. Michaud y Toussaint St-Martin entre 1920 y 1931 y financiado en su totalidad por H. Sallenave, que lo bautizó con el nombre de su amigo André Michaud. Fue inaugurado el 15 de agosto de 1949 y ese mismo día se lo entregaron al club español Montañeros de Aragón en prueba de amistad entre los dos lados de las montañas de los Pirineos».
Indagué un poco más y finalmente encontré la información definitiva en la Biblioteca Digital de Aragón. Para mi sorpresa no se trata solo de una pista, sino de toda una crónica contemporánea de la inauguración del refugio André Michaud. La reseña aparece en una copia del número 214 de la revista «Aragón», correspondiente a enero, febrero y marzo de 1950. Bajo el título «Nuevo refugio en el Pirineo», recoge con todo lujo de detalles el acto de inauguración de abrigo André Michaud, que se produjo efectivamente el 25 de Agosto de 1949 (y no el día 15 de ese mismo mes, como parece figurar en la guía Ollivier).
La crónica, escrita por Eduardo Blanchard, relata que «en la vertiente española del Balaitús, sobre el circo de Arriel y a 2.720 metros de altitud, se halla el nuevo refugio Michaud, que más bien parece un nido de águila que otra cosa. Aprovechando una cueva bajo una gran roca, los hermanos Sallenave, de Pau, secundados por amigos y montañeros franceses, así como por algunos pastores españoles, han construido un verdadero abrigo de montaña, cerrando la primitiva oquedad con una pared de piedra y cemento, provista de su ventana y su puerta de hierro. Todos los materiales, arena, cemento, puerta y ventana tuvieron que ser transportados a hombros desde el refugio más próximo de Arremoulit, situado a cinco horas de marcha. Al fin, gracias a sus esfuerzos, todo resulta acogedor en medio de la inhóspita pendiente y, cuando en la mañana del 25 de agosto llegamos al refugio, hallamos en él calor, protección y un alegre grupo francés que nos recibe con los brazos abiertos».
«Mientras fuera la lluvia y el granizo barren las cumbres», continúa la crónica, «allí, en la antigua cueva, después de los saludos y presentaciones de rigor, nos obsequian con un reconfortante café que hace retornar la alegría a nuestros cansados ánimos. Con ello, llueven las felicitaciones sobre M. Louis Sallenave, alcalde de Pau, y su hermano Henri Sallenave, verdadero ejecutor de la obra, quien, restablecido el silencio, pronuncia ante los treinta montañeros allí reunidos la emocionante alocución que transcribimos».
El dato definitivo sobre la construcción primitiva del refugio André Michaud se encuentra en las emocionadas palabras que Henri Sallenave pronunció durante la inauguración de 1949: «Mis queridos amigos, lo que hoy inauguramos no es un ‘Castillo en España’, sino que solo se trata de un modesto abrigo, la cueva André Michaud. Georges Cadier, en su bello libro ‘Au pays des isards’ consagrado al macizo del Bálaitus, recuerda que en julio de 1903, hace cuarenta y tres años, dos jóvenes fueron sorprendidos en su cumbre por una, tormenta espantosa de granizo y nieve, que duró catorce horas. Estos dos peregrinos eran André Michaud y vuestro servidor».
En su discurso, que fue pronunciado en presencia del hijo del homenajeado Georges Michaud, Sallenave quiso rendir «un piadoso homenaje a la memoria de este gran amigo, en cuya compañía recorrí numerosas veces este macizo, cuyo esplendor se debe esencialmente a su aridez salvaje. Fu en el transcurso de esa noche memorable del mes de julio de 1903 cuando decidí instalar este refugio en el mismo lugar designado como ‘Rocher de Coucher’ en la literatura pirenaica», denominación que le dio Henry Russell al enclave.
«Gracias a la colaboración de Toussant Saint-Martin, aquí presente, fiel compañero durante medio siglo, y a Fierre Laporte, representado por sus dos hijos Jean y Joseph, hicimos una primera campaña de desescombro que duró una semana. Pero fue con la preciada ayuda de nuestros vecinos con la que al año siguiente pudimos traer a pie de obra todos los materiales necesarios. En el mismo recuerdo de gracias incluyo a los muleros de Sallent que hicieron el transporte hasta Arremoulit, y a ese magnífico atleta, don Miguel, pastor de Arriel, que puso a nuestra disposición el servicio inapreciable de sus anchas y poderosas espaldas. Es, por lo tanto, una obra franco-española la que hoy inauguramos y que yo tengo el gran honor y el privilegio de transmitir, con toda cordialidad, a nuestros colegas, los montañeros de Aragón». De esta manera, los montañeros franceses que habían construido el abrigo se lo entregaron al club aragonés, el mismo que a día de hoy se hace cargo de este y otros refugios del Pirineo oscense.
El número 2 del boletín-circular de la asociación Montañeros de Aragón, correspondiente a los meses de julio y agosto de 1950, señala en el apartado titulado como «Cotilleos» que «nos dicen en los medios generalmente bien informados que nuestro Campamento Oficial de Alta Montaña será en la primera quincena de Agosto y en el Circo de Piedrafita. Noticia fresca, ¿verdad? Parece ser que el motivo principal de celebrarlo en este maravilloso lugar de nuestro Pirineo que es el macizo del Balaitús se debe al deseo de tomar posesión efectiva, con la asistencia de un numeroso grupo de asistentes, del refugio Andre Michaud, que como sabéis donaron el pasado año a Montañeros de Aragón».
El libro de Cadier «Au pays des isards» se puede consultar en la mediateca digital de Pau, y en ella se recogen no solo las pioneras ascensiones de Peytier y Hossard, sino también la tormenta de 1903 que dio origen al refugio que hoy lleva el nombre de André Michaud. De estas lecturas se desprende que el abrigo fue construido en varias fases, tal y como recogió más de medio siglo después otro número del boletín de la asociación Montañeros de Aragón (2010):
«Hacia el año 1920 (André Michaud y Henri Sallenave) comenzaron a buscar otra ubicación de altura para poseer su propia morada en esta cumbre que les apasionaba. La hallarían al pie de la Gran Diagonal; exactamente a 42º 58’ 18’’ Norte, 3º 23’ 3’’ Este. Con ayuda de guías osaleses, habilitaron allí, como pudieron, una especie de balma. Sin embargo, mucho antes de que quedara terminada, falleció Michaud. Así, Louis y Henri Sallenave proseguirían las obras con sus escasos medios, ayudados por guías como el mítico Todos Santos San Martín. Solo tras la Guerra Civil, recurrirían al concurso de porteadores sallentinos. El 25 de agosto de 1949, se inauguraba lo que fue bautizado como Abrigo Michaud, a la par que se hacía entrega del mismo, para su cuidado y mantenimiento, a nuestra asociación montañera».
Por tanto, se puede decir que la decisión de reforzar la cueva y convertirla en refugio la tomaron durante la tormenta que les sorprendió en 1903 en el Balaitús, y en 1920 debieron comenzar las obras o al menos tomaron la decisión de hacerlo. Entretanto, André Michaud falleció en circunstancias que desconozco, mientras que Sallenave prosiguió con su tarea hasta que el refugio fue inaugurado el 25 de agosto de 1949. Desde entonces, ha dado abrigo a decenas de montañeros que han subido o intentado subir al Balaitús, muchos de ellos ajenos a la verdadera historia que esconde tras de sí esa oxidada chapa en la que se lee «Cueva André Michaud«.
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